Unas estupendas imágenes del sueño americano trasportado a Australia.
Texto sobre la exposición por Miguel Pita
Un viaje por la costa este de Australia inspira este proyecto fotográfico de Carlos Givaja que muestra las similitudes entre el imaginario cultural norteamericano y el australiano a través de la arquitectura doméstica.
Tomadas de noche sin mas ayuda que la de un trípode, estos hogares unifamiliares dejan que sean los escenarios los que nos hablen de sus protagonistas.
A través de la “objetualización” de las personas que habitan estas casas, las fotografías nos dejan intuir sus vidas a través de sus calles, sus coches, sus barcos y esos semiocultos interiores tan íntimamente expuestos. Son imágenes que narran el modo de vida de estas comunidades y nos traen recuerdos del “Sueño Americano”.
Australia es un país occidental y por tanto comparte con sus parientes de Europa y América del Norte raíces culturales pasadas y también presentes: se adquieren los mismos productos multinacionales, se leen los mismos best-sellers, se ven las mismas películas, se visten las mismas marcas, los ejecutivos pueblan las grandes urbes con sus prisas vestidas de chaqueta y corbata… Pero de lo que nadie te avisa es de que cuando llegas a Australia resulta que te recuerda a EE.UU., o la idea que nos hacemos de este país a través de la imaginería que exporta a espuertas.
Ambas naciones jóvenes han modelado su identidad a partir de las características y costumbres de Inglaterra, pero el que visita este país-continente descubre que en los rasgos físicos, entendido como el aspecto arquitectónico y urbanístico, no se parece mucho a su madre, sino que se le encuentra un aire al de los Estados Unidos.
Parece muy probable que la forma de vida sea el principal promotor de este parecido: casas grandes con parcela, un coche por persona, parabólicas, una vida que arranca con el salto de la casa al coche… Y para justificar esta semejanza sin duda se pueden ofrecer un montón de razones, en primer lugar la enorme extensión de terreno que ocupan ambos países, que lleva pareja una cierta despoblación que modela también indefectiblemente la sociedad.
Un país extenso permite a sus habitantes establecer residencias de forma más holgada. Tanto en las grandes como en las pequeñas urbes, los habitantes prefieren vivir en propiedades privadas individuales alejadas de los centros urbanos, lo cual obliga a emplear el coche para desplazarse, porque no hay ayuntamiento que sea capaz de nutrir de transporte públicos y paradas a conveniencia de habitantes que viven todos muy distanciados entre sí.
Hay otra razón puramente histórica relacionada con la forma de colonización, que explica el parecido Australia-EEUU. Ambos países se poblaron de colonos que se posaban sobre un terreno de tierra salvaje y lo hacían suyo, y que en muchos casos defendían incluso con el uso de la fuerza, como los libros y el cine ya nos han relatado. La casa unifamiliar con terreno alrededor es la herencia de esas pequeñas conquistas personales, quizá por eso la satisfacción que un australiano o un americano encuentra en limpiar la piscina o arreglar las ventanas de su casa o el cobertizo, resulta difícilmente comprensible, y se antojan tareas aburridas, desde el punto de vista europeo.
Probablemente la vivienda unifamiliar aislada sea la solución a la que han llegado independiente ambas sociedades, y en menor grado sea también fruto de una imitación mutua, o de una herencia que comparten de su ancestro común. Dos sociedades occidentales ambas de menos de tres siglos de edad, hijas de Inglaterra, con vidas paralelas, que han encontrado su gran desarrollo económico en la era del petróleo, ocurran historias parecidas. Muy parecidas al menos en la fachada.
Mirando más en detalle, las mismas edificaciones que muestran la semejanza de ambas sociedades también exponen los matices que revelan importantes distinciones.
Sin duda la sociedad americana es mucho más ambiciosa, y la australiana más ociosa. Un signo de identidad de los australianos que prueba este hecho es su pasión por el deporte que practica con devoción gente de todas las edades y condiciones. El afán por residir en las proximidades de la playa es un rasgo particularmente preeminente en Australia, que en muchos casos pesa más que las características de la edificación en sí, muchas veces no particularmente consolidadas. Así como sin duda la necesidad de un lugar donde albergar los accesorios del deporte acuático, en muchos casos de gran tamaño, también justifica la necesidad de esa casa grande, ese espacio propio, esa casa llena de juguetes tan presente en Australia.
Frente al temor y la desconfianza que muestra el ciudadano medio estadounidense, que prefiere fiarse del dictado de su televisor que de su prójimo, en Australia sus habitáculos dejan ver que son una sociedad relajada, de puertas abiertas y de vida cara al exterior. Y es que en Australia la relajación en una seña de identidad.
La casa australiana, aparte de una casa abierta, en muchos casos puede ser una edificación prefabricada o poco sólida. Y no sólo en el caso de las comentadas casas de las playas, sino cualquier casa. Situación probablemente potenciada por una cierta pasión nómada que con inusitada frecuencia provoca el desplazamiento familiar completo. Se puede aventurar que quizá también éste sea un rasgo heredado de su pasado colono (menos patente en EEUU, salvo por razones de estudio o trabajo), pero también procedente de su interés por viajar a lo largo y ancho de su país.
La casa refleja la unidad familiar en la que se organizan la mayoría de las sociedades, y como ya hemos indicado frente al fuerte americano, el hogar australiano es un refugio, aunque es también la pequeña plaza conquistada, en el caso de Australia a la naturaleza, porque se trata del país desarrollado con la naturaleza más salvaje del mundo. Procediendo de países donde la mano del hombre ha domesticado el campo haciéndolo cultivable casi en su totalidad, lo que más impresiona de Australia es su exuberancia, la naturaleza invade las ciudades, que aún no han ganado totalmente la batalla, como muestran sus cielos victoriosos poblados de estrellas, que aún no conocen el apagón nocturno de la contaminación lumínica.
Fecha.- Del 6 al 28 de abril 2013.
Lugar.- C/ San Lucas 9, 28004. Madrid. España. Tel. +34 91 308 2325.
Comisario.- Nicolás Bénac para la tercera edición de Jugada a 3 Bandas en Madrid.
Ambientación sonora de Pablo Barahona.