Nos trasladamos a Ámsterdam con la segunda aportación de Francisco Peláez, para la segunda sesión de In Treatment[>2] - METALOCUS. Una ciudad por descubrir conlleva nueva comida que experimentar, y aunque lo conocido siempre es seguro, encontrar la comida de cada día puede convertirse en una aventura. Feliz viernes y bon apettit!asj

Desde el primer día que puse un pie en la Estación Central de tren, intuí lo que iba a significar el devenir de mis días en aquella nueva ciudad, en lo que al aspecto culinario se refiere. La gente colonizaba a gran velocidad los establecimientos de comida rápida, la boca llena y los ojos deseosos delataban la ansiedad y las ganas de comer sin pausa de todas aquellas personas.

Fast food street Peter Forsberg. Fotografía © Francisco Peláez Marín.


Entre tan suculento manjar se encontraban perritos, pizzas, patatas, y hamburguesas como elemento estrella a distinguir. Al poco tiempo de estar viviendo allí me di cuenta de que los holandeses entienden la palabra comer como un estado de transición para continuar trabajando, sin prestar la más mínima atención a la variedad de alimentos, un trámite puntual de su actividad diaria que sin más preámbulos sucedía y punto.
 

Friend hot dog. Fotografía © Francisco Peláez Marín.


En el estudio en el que trabajé la anécdota era aún más curiosa, ya que los directores de la oficina eran un matrimonio de holandeses con tres hijos pequeños y la palabra “comer” se convertía en un tema digno de ser reseñado. Toda la familia, raramente al unísono, se comía un sándwich que en contadas ocasiones mutaba el contenido de su interior más allá del típico fiambre.  La cara de aquellos niños denotaba que algo no estaba funcionando objetivamente bien, lógico, el aburrimiento que les suscitaba la poca sorpresa de su comida diaria, hacia mella en su gesto.

Vitrinas FEBO. Fotografía © Francisco Peláez Marín.
 

Pero la virtud o la problemática, según entendedores, surge de una escala anterior basado en el tipo de comercio que se ha ido implantando con cierta rotundidad, y que a modo de brotes se ha expandido por toda la geografía del entramado urbano amsterdaniano. El desatado y continuo consumismo vinculado al potencial turístico de una ciudad como estas, aúna más en la aparición de lugares de rápido autoconsumo.

Existen una serie de franquicias que ponen de relevancia y manifiesto de forma extrema este hecho, son los llamados “Febo”. Estos espacios son una especie de pequeñas naves que emanan una luz amarilla ciertamente potente y que aparecen emulando a pequeñas naves espaciales incrustadas en los bajos, contrastando con el mundo de  típicas casitas neoclásicas de la ciudad. Lugares que surgen a modo de pequeñas plazas interiores adosadas a la calle, exentos de puertas y ventanas, donde el olor a frito que todos conocemos, inunda un área de acción de más de veinte metros. Un cartel luminoso de estridentes colores hace la función de reclamo y botones de bienvenida, de lo que en el interior se cuece rápidamente.

La configuración interior es más peculiar si cabe; las paredes se equipan de pequeñas vitrinas de cristal, conteniendo cada una de ellas un alimento diferente, listo para introducir la moneda y ser engullido. Durante aquellos meses no me fue especialmente fácil encontrar un sitio donde poder tomarme un plato caliente, que me evadiese del frío exterior, a la vez que pudiese controlar el continuo  desequilibrio térmico del que gozaba mi cuerpo, ayudándome pues a evitar ese descontrol que reinaba en el tema de la comida.

Bar de la esquina. Fotografía © Francisco Peláez Marín.


Un día, camino del trabajo por el camino habitual de todos los días, divisé en una esquina un bar, uno de esos lugares que sino te fijas poniendo cierta atención podía pasar desapercibido. Durante el mes de noviembre y diciembre del año 2010 cogí como costumbre ir a tomarme una especie de sopa o guiso holandés, que cocinaba la señora de la pareja dueña de aquel lugar, cuyo escenografía interior estaba compuesta por una serie de personas mayores que gritaban, se reían o blasfemaban en holandés, mientras no paraban de tomar cervezas.

Ese  fue mi pequeño y gran descubrimiento, se confirmaba de esta forma, como excepción a la rutina culinaria holandesa a la que me había venido acostumbrando.

IN TREATMENT [>2] - METALOCUS.

DIRECTOR: JOSÉ JUAN BARBA. COORDINACIÓN: INÉS LALUETA. ORGANIZACIÓN: INÉS LALUETA, PEDRO NAVARRO. INVITADOS SEGUNDA TEMPORADA: JOSÉ JUAN BARBA, JAVIER SANCHO, FRANCISCO PELAEZ, MICHAEL MORADIELLOS, MELISSA SCHUMACHER, VERÓNICA ROSERO, AINHOA MARTÍN.

Más información

Francisco Peláez Marín (Ciudad Real, 1984). Es Arquitecto  por la ETSAG desde Junio de 2009. Le encanta practicar deporte y viajar. Ha participado en proyectos de diversa índole obteniendo premios en varios concursos nacionales e internacionales. Ha colaborado con Ángel Verdasco Arquitectos, G y P en 2008 , Information Based Architecture en Holanda en 2010, para posteriormente trabajar con José Juan Barba Arquitectos_Metalocus (2011).

Ha sido profesor ayudante en la ETSAM en 2012 en la Unidad Docente MAROTO (Javier Maroto, Álvaro Soto, Luis Diaz Mauriño, Pedro Feduchi y Silvia Canosa) durante la realización del MPAA( Máster de Proyectos Arquitectónicos Avanzados). Ha particado en workshops como R-ACTIVA (Madrid) y junto Enrique Walker y sus alumnos de la Universidad de Columbia (París).

Ha comenzado su doctorado.

Un futuro aún por descubrir que se dibuja y desdibuja continuamente.

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Publicado en: 8 de Marzo de 2013
Cita: "ÑAM...ÑAM" METALOCUS. Accedido el
<http://www.metalocus.es/es/noticias/namnam> ISSN 1139-6415
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