La Università Iuav di Venezia tiene una larga tradición de diseño a gran escala, bien conocida y apreciada por Mangado, y esta es la tradición a la que el arquitecto intenta hacer una contribución. La exposición tiene como objetivo hacer relacionar los proyectos del arquitecto español con la "tradición de la gran escala" y lo hace a través de una reflexión teórica sobre la realidad de la gran escala.
Gran escala y teoría: dos componentes inseparables entre sí y que juntos representan la posibilidad de la supervivencia de la arquitectura en la era de la comunicación inmediata y el aparente triunfo de la indiferencia social y política.
Descripción del proyecto por Francisco Mangado
Creo sinceramente que ha llegado el momento de salir de este refugio en el que nos hemos instalado y que los arquitectos reivindiquen otra vez la “gran escala”. Veamos que quiero decir con ello.
Quede de inmediato claro que no utilizo el término de “gran escala” entendido exclusivamente como sinónimo de gran tamaño. Ello resulta circunstancial, circunstancia que en todo caso viene dada. Más bien se trata de incluir en la “gran escala” aquel conjunto de decisiones, de intervenciones, sean edilicias o no, que aspiran a tener carácter estructurante, ambición de intervenir en la ciudad, de abundar en la dimensión pública de la arquitectura y en su capacidad para mejorar el contexto físico y social que nos rodea.
Cualquier intervención arquitectónica, por pequeña que sea, es susceptible de su “gran arquitectura” pues ello depende a la postre de la voluntad de su autor de ir más allá, de dar más de lo que la sociedad pide, de adquirir más significado superando la simple autocomplacencia por el objeto —mecanismo este que a la postre denuncia una actitud de retorno a los cuarteles de la “endogamia” —. La gran escala nos habla de una legítima ambición por influir. Ambición que últimamente los arquitectos estamos perdiendo acomplejados por el mercado desde la reciente crisis económica.
No podemos permanecer callados cuando vemos que las decisiones de calado estructural sobre la ciudad, urbanas o arquitectónicas, privadas o públicas, sobretodo las primeras, se desarrollan en un contexto de ausencia de lo político, de lo ideológico, en definitiva, de ausencia de principios y de capacidad para imponerlos. Debemos reivindicar la idea de que la ciudad y la arquitectura que la conforma, independientemente de quien la promueva, siempre son públicas y objeto de dimensión política, es decir de ideas y opinión. Hemos de terminar con la idea instalada de que la ciudad puede funcionar según objetivos donde solo primen los logros financieros o economicistas, los principios inspirados por capitales “fantasmas”, que van y vienen, y a quien no les ponemos cara. No podemos permanecer acomplejados. Cada vez más tenemos que reivindicar la función política en la ciudad. No tiene sentido que operaciones urbanas de gran importancia, se resuelvan con simples discusiones sobre variables instrumentales sin entrar a valorar, en un contexto de hechos consumados, la oportunidad de la operación, es decir, el fundamento de la misma.
Creo firmemente que los arquitectos no podemos quedar reducidos a meros “asesores de fachadas” a los que pretenden reducirnos desde distintas posiciones.
Retomar la idea de “gran escala” supone reivindicar el papel del arquitecto en las grandes decisiones arquitectónicas y urbanas, aquéllas que definen el futuro mejor y más justo, también de mayor calidad formal y vital para la sociedad a la que servimos. Debemos abandonar complejos y reivindicar este papel por todos los medios posibles, disciplinares, profesionales y políticos. Debemos exigir a los poderes públicos, de partida, que vuelvan a hacer una apuesta por la calidad en lo arquitectónico y en lo urbanístico como un derecho igual de importante como la salud o la educación, que vuelvan a buscar en los arquitectos aquella “complicidad” que permitió desarrollar una alianza entre poderes públicos y arquitectura para lograr una mejor ciudad y territorio. Habitar bien y con calidad es un derecho, no un lujo y por ello los poderes públicos, también hoy acomplejados, han de entender que somos sus mejores socios.
Más arquitectura, más ciudad, más ambición. Ésta es la gran escala.