Como su contemporánea Berenice Abbott, cuyo trabajo también se presento hace tres años la Fundación, Ilse Bing aplico el conocimiento de su epoca para mostrar cómo mirar la arquitectura moderna: en París poniendo el foco en la Torre Eiffel, centrándose en la geometría abstracta de su construcción y en los flujos de masas en movimiento de los visitantes; después en Nueva York, al igual que todos sus forasteros, con una mirada absorta en los rascacielos de la ciudad, con una visión crítica. Una mirada que también atrapo los barrios más humildes, cruzando de las visiones icónicas a las siempre olvidadas zonas en la que vive la mayoría de los habitantes urbanos.
Ilse Bing. «Feia molt de vent a la Torre Eiffel / Hacía tanto viento en la Torre Eiffel», París, 1931. 22,2 x 28,2 cm. The Art Institute of Chicago, Julien Levy Collection. Gift of Jean and Julien Levy (1977.195). Patrimonio de Ilse Bing.
La trayectoria artística de Ilse Bing está marcada en parte por las ciudades en las que vivió, el Fráncfort anterior a los años treinta, el París de esa década y el Nueva York de la posguerra, donde fundamentalmente experimentó su condición de exiliada. Sin embargo, no resulta posible adscribir su trabajo a ninguna de las corrientes fotográficas o culturales que conoció, si bien se nutre de todas ellas. Su obra está influida por Das Neue Sehen (la Nueva Visión) de Moholy-Nagy, por la Bauhaus de la República de Weimar, y por André Kertész, así como por el surrealismo de Man Ray.
Ilse Bing perteneció a una generación de fotógrafas que, por primera vez, conseguía cierta visibilidad en el mundo de las artes y la cultura.
Cuatro claves para una visita
La Bauhaus.
A partir de 1910 la ciudad de Fráncfort se convirtió en prototipo del urbanismo moderno gracias al arquitecto Ernst May, pues comenzó a dejar a un lado su trazado medieval en favor de una transformación que atendiera a las distintas necesidades sociales. La nueva arquitectura pronto se hizo eco de las ideas del constructivismo de El Lissitzky, en cierta medida a través del arquitecto holandés Mart Stam, amigo de Ilse Bing. Este y las teorías de la Bauhaus tuvieron gran repercusión en el trabajo de la fotógrafa. László Moholy-Nagy, uno de los profesores de dicha institución, había promovido la unión de la arquitectura y la fotografía, así como la independencia del medio respecto de la pintura. Las posibilidades de Das Neue Sehen (la Nueva Visión) podían ser infinitas. Ilse Bing las aprovechó, aplicando algunas de ellas a su trabajo: abstracción, primeros planos, picados, contrapicados, fotomontajes o sobreimpresiones.
Ilse Bing. Autorretrato con Leica, 1931. Colección de Michael Mattis y Judith Hochberg, Nueva York. Patrimonio de Ilse Bing. Fotografía por Jeffrey Sturges.
Surrealismo, el espíritu de una época.
Cuando Ilse Bing se instaló en París en 1930, la ciudad era un hervidero de tendencias artísticas e intelectuales donde brotaban algunos de los movimientos clave para el desarrollo de las vanguardias. Entre ellos, uno de los que más influyó a la artista fue el surrealismo, cuyos ecos se pueden ver en las imágenes que tomó de distintos objetos para revistas de moda, pues se corresponden con las teorías surrealistas sobre el fetichismo, y en los encuadres que realizó al captar sillas, calles o espacios públicos, que transmiten una sensación de extrañeza, casi de enajenación. Esta influencia se hace patente también a través de su relación con figuras relevantes de esta tendencia, como Elsa Schiaparelli.
Ilse Bing. Bailarina de cancan, 1931. 35,6 x 27,9 cm. Copia de 1941. Galerie Karsten Greve. St. Moritz / Paris / Köln. Patrimonio de Ilse Bing.
El movimiento.
A pesar de su fascinación por la abstracción y las composiciones puras, tal y como se detecta en muchas de sus fotografías de arquitectura y naturalezas muertas, Ilse Bing era una fotógrafa entusiasta de lo dinámico y el movimiento de la vida, de la realidad cambiante. Así lo demuestra en las fotografías del Moulin Rouge y sus alrededores y en las investigaciones que hizo en torno a la danza. Capturó el dinamismo giratorio de las bailarinas con sus faldas, pero también la expresividad de los cuerpos en pleno movimiento, en el momento de saltar en el aire o hacer un split.
Ilse Bing. Tres hombres sentados en las escaleras junto al Sena. 27,9 × 35,6 cm. Centro Internacional de Fotografía, Nueva York. Donación de Ilse Bing, 1991 (16.1991). Patrimonio de Ilse Bing.
Mujer fotógrafa.
Ilse Bing formó parte de una generación de fotógrafas que logró una visibilidad hasta entonces insólita. No era lo natural que las mujeres fueran artistas, y por lo general este campo estaba ocupado exclusivamente por hombres, que miraban con desdén, incluso con animadversión, la presencia de las mujeres en el ámbito social y cultural. Para Bing, como para muchas de sus contemporáneas —Germaine Krull, Florence Henri, Laure Albin-Guillot, Madame d'Ora, Berenice Abbott, Nora Dumas o Gisèle Freund—, la cámara se convirtió en una herramienta esencial de autodeterminación y en un modo de confirmar su propia identidad.
Ilse Bing. «Feia molt de vent a la Torre Eiffel / Hacía tanto viento en la Torre Eiffel», París, 1931. 22,2 x 28,2 cm. The Art Institute of Chicago, Julien Levy Collection. Gift of Jean and Julien Levy (1977.195). Patrimonio de Ilse Bing.
La trayectoria artística de Ilse Bing está marcada en parte por las ciudades en las que vivió, el Fráncfort anterior a los años treinta, el París de esa década y el Nueva York de la posguerra, donde fundamentalmente experimentó su condición de exiliada. Sin embargo, no resulta posible adscribir su trabajo a ninguna de las corrientes fotográficas o culturales que conoció, si bien se nutre de todas ellas. Su obra está influida por Das Neue Sehen (la Nueva Visión) de Moholy-Nagy, por la Bauhaus de la República de Weimar, y por André Kertész, así como por el surrealismo de Man Ray.
Ilse Bing perteneció a una generación de fotógrafas que, por primera vez, conseguía cierta visibilidad en el mundo de las artes y la cultura.
Cuatro claves para una visita
La Bauhaus.
A partir de 1910 la ciudad de Fráncfort se convirtió en prototipo del urbanismo moderno gracias al arquitecto Ernst May, pues comenzó a dejar a un lado su trazado medieval en favor de una transformación que atendiera a las distintas necesidades sociales. La nueva arquitectura pronto se hizo eco de las ideas del constructivismo de El Lissitzky, en cierta medida a través del arquitecto holandés Mart Stam, amigo de Ilse Bing. Este y las teorías de la Bauhaus tuvieron gran repercusión en el trabajo de la fotógrafa. László Moholy-Nagy, uno de los profesores de dicha institución, había promovido la unión de la arquitectura y la fotografía, así como la independencia del medio respecto de la pintura. Las posibilidades de Das Neue Sehen (la Nueva Visión) podían ser infinitas. Ilse Bing las aprovechó, aplicando algunas de ellas a su trabajo: abstracción, primeros planos, picados, contrapicados, fotomontajes o sobreimpresiones.
Ilse Bing. Autorretrato con Leica, 1931. Colección de Michael Mattis y Judith Hochberg, Nueva York. Patrimonio de Ilse Bing. Fotografía por Jeffrey Sturges.
Surrealismo, el espíritu de una época.
Cuando Ilse Bing se instaló en París en 1930, la ciudad era un hervidero de tendencias artísticas e intelectuales donde brotaban algunos de los movimientos clave para el desarrollo de las vanguardias. Entre ellos, uno de los que más influyó a la artista fue el surrealismo, cuyos ecos se pueden ver en las imágenes que tomó de distintos objetos para revistas de moda, pues se corresponden con las teorías surrealistas sobre el fetichismo, y en los encuadres que realizó al captar sillas, calles o espacios públicos, que transmiten una sensación de extrañeza, casi de enajenación. Esta influencia se hace patente también a través de su relación con figuras relevantes de esta tendencia, como Elsa Schiaparelli.
Ilse Bing. Bailarina de cancan, 1931. 35,6 x 27,9 cm. Copia de 1941. Galerie Karsten Greve. St. Moritz / Paris / Köln. Patrimonio de Ilse Bing.
El movimiento.
A pesar de su fascinación por la abstracción y las composiciones puras, tal y como se detecta en muchas de sus fotografías de arquitectura y naturalezas muertas, Ilse Bing era una fotógrafa entusiasta de lo dinámico y el movimiento de la vida, de la realidad cambiante. Así lo demuestra en las fotografías del Moulin Rouge y sus alrededores y en las investigaciones que hizo en torno a la danza. Capturó el dinamismo giratorio de las bailarinas con sus faldas, pero también la expresividad de los cuerpos en pleno movimiento, en el momento de saltar en el aire o hacer un split.
Ilse Bing. Tres hombres sentados en las escaleras junto al Sena. 27,9 × 35,6 cm. Centro Internacional de Fotografía, Nueva York. Donación de Ilse Bing, 1991 (16.1991). Patrimonio de Ilse Bing.
Mujer fotógrafa.
Ilse Bing formó parte de una generación de fotógrafas que logró una visibilidad hasta entonces insólita. No era lo natural que las mujeres fueran artistas, y por lo general este campo estaba ocupado exclusivamente por hombres, que miraban con desdén, incluso con animadversión, la presencia de las mujeres en el ámbito social y cultural. Para Bing, como para muchas de sus contemporáneas —Germaine Krull, Florence Henri, Laure Albin-Guillot, Madame d'Ora, Berenice Abbott, Nora Dumas o Gisèle Freund—, la cámara se convirtió en una herramienta esencial de autodeterminación y en un modo de confirmar su propia identidad.