Estamos acostumbrados a ver edificios nuevos, llenos de vida y con un futuro por delante. Casi como si de la vida de cualquier persona se tratara, su tiempo de uso se termina. Este antiguo hospital modernisa, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, se enfrenta al abandono tras ser trasladados sus servicios a un nuevo edificio más moderno. El abandono queda patente a través del material abandonado, de los espacios vacíos por los que hace poco pasaba la gente rápidamente.
Josep Mª de Llobet retrata las heridas de este hospital abandonado, un proyecto muy personal por su parte de homenaje familiar a su padre, médico del hospital.
Las fotografías nos dejan entrever lo que un día fueron esos espacios, llenos de gente, desde médicos a enfermeros y por supuesto pacientes. En palabras del propio Josep Mª parecía como si 'todo el mundo había salido corriendo minutos antes de que yo apareciese'.
Descripción del proyecto por Josep Mª de Llobet
EL HOSPITAL ENFERMO
En verano de 2009 se terminó el traslado de la actividad sanitaria en el Hospital de Sant Pau de Barcelona a un nuevo recinto, dotado de las comodidades y avances propios de nuestro tiempo. Era la culminación de un proceso largo y un nuevo capítulo en la historia de este hospital tan especial, único, entre otras cosas, por haber sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997 debido a su singularidad arquitectónica y artística.
Cuando quedó vacío, y antes de que empezasen a rehabilitarlo fue cuando estuve allí con mi cámara fotográfica para documentar ese instante fugaz, único e irrepetible. El punto de partida venía conformado por esas características arquitectónicas modernistas que respondían a un ideario propio de la época en que se construyó. Destacaba el contraste ofrecido por la arquitectura original con los añadidos más o menos prácticos que, por necesidad, se le fueron superponiendo a lo largo de los años. La presencia de todo el material sanitario aumentaba esa sensación de contraste y de abandono.
Una vez allí, en los pabellones, en las habitaciones, en los pasillos subterráneos, me encontré a mí mismo persiguiendo el rastro de todas las personas que habitaron el lugar. Las huellas de los médicos, enfermeras, pacientes, familiares y amigos se podían adivinar entre los pliegues de una sábana tirada por el suelo, una camilla abandonada en un pasillo o una bata blanca colgada del tirador de un armario.
En algunas salas daba la impresión de que todo el mundo había salido corriendo minutos antes de que yo apareciese. Estuve persiguiendo esos rastros que se mezclaban con las heridas del lugar provocadas por el paso del tiempo, ésas que ahora iban a curar. La lucha contra la enfermedad y la muerte había pasado factura al viejo hospital, y su belleza modernista había sucumbido.
Ahora era el hospital el que, enfermo y cansado, yacía con las heridas al descubierto. Cuando me llegó la noticia de que la rehabilitación era inminente, que ya no había médicos ni enfermos y que el tiempo se había detenido, la necesidad de volver para redescubrir ese lugar se hizo irrefrenable.
Yo había estado muchas veces en ese lugar. Desde pequeño lo conocía bien ya que mi padre trabaja allí. Es médico, la más noble de las profesiones. Cura a la gente. Se enfrenta a la muerte y a la decadencia cada día. Y yo le admiro. Le he admirado siempre. De ahí la necesidad de estar solo en aquel lugar, de buscarlo y hacerle este homenaje.
Texto.- Josep Mª de Llobet.
CRÉDITOS.-
Localización.- Hospital de Sant Pau de Barcelona, España.
Fotógrafo.- Josep Mª de Llobet.