¿Hay un exceso de manifiestos? ¿Existen aún manifiestos como tal? De existir ¿a quién le importan? Que si hoy por hoy no existen manifiestos potentes, que si son más bien una especie de collage, que si les hace falta una voluntad de trascender, que si hay una falta de compromiso… Las preguntas son más que las respuestas. El debate sin embargo no juzga la fragmentación del discurso actual; los manifiestos que trascendieron en siglo XX también poseían un discurso fragmentado. Sin embargo ¿hace falta llegar a un manifiesto de consenso? Era la pregunta de la ponencia introductoria. Antes de responder es importante diferenciar el contenido del formato, como dijo Nacho Martín en el debate. Beatriz Colomina ya lo anticipaba en el prólogo de la edición en español de “Privacidad y Publicidad” cuando menciona los blogs, Youtube, Facebook, Twitter, etc. “¿Podemos esperar que la arquitectura no se vea afectada?”. Definitivamente no. Es fundamental no desligar de los manifiestos la realidad política y social. La lección está clara en los idealismos alemanes o rusos, o en movimientos como la Internacional Situacionista, comentaba Milla Hernández.
El escenario de la mesa redonda tenía por telón de fondo una mampara de cristal tras la cual se percibía el movimiento del mercado que más que distraer otorgaba un cierto aire de ambigüedad entre el interior y el exterior. Un lugar que constituyó un perfecto escenario para una discusión en la que sin verdades absolutas se ha consensuado que manifiestos o no manifiestos, en su infinidad de formatos, se requiere de pluralidad, inclusión e interdisciplinaridad. Quizá no sea una casualidad el escenario de la sesión, el barrio en el que se ubica, o los múltiples pósters de futbolistas y aficionados desnudos en los cristales de la sala. Quienes recuerden “Sexuality and Space” o la reciente exposición de “Playboy architecture 1953-1979” tenderán a pensar que en efecto no es una casualidad.
Estamos viviendo nuevos paradigmas, decía Andrés Perea, por ejemplo el de la sostenibilidad sin la cual ya no se puede proyectar. Repregunta entonces: “¿’¿Cuánto pesa su edificio Sr. Foster?’ podría ser un manifiesto en sí? o ¿Debería ser más bien un manifiesto ‘¿cuánto le sobra a su edificio…?’”. La connotación occidental de este ejemplo refuerza la necesidad no sólo de otros formatos, sino también de otras “dimensiones” de pensamiento siendo pertinente alimentarse del ritual social, antropológico y filosófico de la cultura oriental, conversaban Arroyo y Perea.
La trascendencia de los arquitectos del siglo XX se dio necesariamente por sus manifiestos; sin ellos ni Mies, ni los Smithson, ni Koolhaas (por incluir a tres generaciones) representarían la potente influencia en los actuales procesos creativos, más allá de su propia arquitectura. La reflexión primera del moderador queda aquí perfilada, demostrando la importancia de la constitución de un pensamiento teórico. ¿El formato? Entre los referentes podrían estar las pintorescas “Little magazines” presentadas en “Clip/Stamp/Fold” también de Colomina (y quedamos a la espera de su nueva publicación sobre los manifiestos del siglo XX). No obstante, que el bagaje de aquello que constituye el patrimonio escrito y construido de la arquitectura del siglo XX sea un referente, más no una camisa de fuerza o un prejuicio. Y que siga el debate.