TOLKIEN ANDABA EN BICICLETA. ¿Y TÚ?
“¿Hará buen tiempo hoy?”, le preguntó el señor Bliss al Jirafanejo que guardaba en el jardín y al que le gustaba predecir el tiempo aunque era ciego, por lo que nunca sabía si el sol brillaba o no. El señor Bliss se puso su sombrero de copa verde y dijo: “¡Saldré y me compraré un automóvil!” Se montó en su hermosa bicicleta, toda de plata, y bajó por la colina hasta la aldea. El automóvil era de color amarillo por dentro y por fuera, y tenía las ruedas rojas. Se montó en él y lo puso en marcha. Su caprichosa decisión pronto se convirtió en un catálogo de desastres: atropelló al señor Day, chocó con la señora Knight, se estrelló contra la pared de los Dorkins, se perdió en un bosque del que tuvo que huir despavorido por culpa de unos osos, e incluso tuvo que vérselas con una multitud frenética. Finalmente solucionó sus inconvenientes, pues el señor Bliss era un caballero cabal. Pero lo cierto es que le tomó una gran antipatía al automóvil, por lo que volvió a andar en su bicicleta de plata y todo regresó a ser como antes, excepto que se deshizo del sombrero verde que ahora usa el Jirafanejo.[i]
El crítico de la arquitectura Kenneth Frampton en su paso por Madrid comentaba: “El automóvil es el invento más apocalíptico de todos los tiempos. Más aún que la bomba atómica… y no tiene vuelta atrás”.[ii] Pero ante esta premisa, ¿por qué traer a colación un cuento infantil? Podría escribir sobre los prejuicios que ha traído consigo el urbanismo para las cuatro ruedas, o por el contrario, sobre los mil y un beneficios de la bicicleta. Sin embargo, recordé cuando Alison Smithson escribía sobre “Las casas de Beatrix Potter” y su relación con la arquitectura moderna: hablar de cuentos infantiles podría parecer exagerado, podría tomarse totalmente a broma o como un simple antojo si estos libros no fueran en sí mismos “manifestaciones totales”. [iii]
Ilustración por J.R.R. Tolkien en “Mr. Bliss”
Hablar de la obra de Tolkien es también hablar de su vida, aunque él mismo habría dicho que investigar la vida de un autor revela muy poco acerca de su trabajo creativo. Por ello, este texto no es un intento de ahondar en alegorías de las más conocidas como las relaciones entre partes de sus obras y su ecologismo, o su rechazo a las consecuencias de la revolución industrial, ni de hacer conjeturas sobre su profusa imaginación. Como lo comenta su biógrafo, se podría decir que datos de su vida cotidiana como andar en bicicleta, no ayudan a explicar el carácter de su mente y la forma en que su imaginación respondía a su ambiente. Sin embargo, no abandona, y después de aventurar algunas suposiciones, aún si no tuviera una idea más precisa de por qué escribió sus libros, al menos conocería mejor al hombre que los hizo.[iv]
Fue de esta manera como, en base a una aventurada suposición, imaginé no sólo que Tolkien andaba en bicicleta, sino que era reacio a los automóviles. Indagando en su vida encontré varios detalles. Tolkien se compró su primer automóvil en 1932. Al volante era más osado que hábil, y no se libró de infortunios. A esto se sumó el racionamiento de la gasolina, lo que motivó a que pronto se desprendiera de su segundo automóvil. En esta época tomó consciencia del daño que causaban los motores de combustión interna y los nuevos caminos en el paisaje. Después de la guerra no volvió a comprar ni a conducir uno.
Ilustración por J.R.R. Tolkien en “Mr. Bliss”
También puede encontrarse evidencia a través de sus obras. Los fragmentos de Bovadium, al igual que el El señor Bliss es una obra inspirada en el transporte a motor. La historia es una parábola de la destrucción de Oxford (Bovadium) por los motores creados por el Daemon de Vaccipratum (una referencia a Lord Nuffield y su fábrica de motores Cowley), que bloquean las calles, asfixian a las personas y finalmente estallan. Igualmente en Roveramdom, se puede percibir en base a breves (pero reveladoras) descripciones su antipatía por las carreteras.
Pero esta antipatía comprobada a través de su vida y obra, presenta otra cara más sugerente y motivadora. Así, fue como escogí escribir sobre Tolkien, una mente prodigiosa e inspiradora que andaba en bicicleta. En ella se escapaba para ver a escondidas a Edith –el amor de su adolescencia y más tarde su esposa– y pasear junto a ella. Más adelante viajaría además junto a sus hijos ya sea para ir a la iglesia o de paseo En su bicicleta recorría en la oscuridad, con una trémula lamparilla de petróleo, los enfangados campos de juego de su escuela. También la usaba para ir a la Universidad: con su cartera y su toga de máster en el cesto delantero iba a sus clases en Oxford, donde era profesor. También iba al supermercado, a la papelería, a las reuniones en la English Faculty o a los encuentros con su íntimo amigo C.S. Lewis.
No se sabe en realidad si en medio de los itinerarios a dos ruedas de J.R.R. Tolkien se cocinaban las más fantásticas de sus ideas. A mí me gusta pensar que sí. En el universo de los creativos nada es casualidad… Y tú, ¿en qué vas?...
Ilustración por J.R.R. Tolkien en “Mr. Bliss”
NOTAS.-
[i] Extracto de una historia infantil escrita por J.R.R. Tolkien para sus hijos, manuscrita y dibujada generosamente por él mismo con tinta y lápices de colores. TOLKIEN, J. Ronald R. “El señor Bliss”. Ediciones Minotauro. Barcelona. 1984.
[ii] Zababeascoa, Anatxu. “Kenneth Frampton: ‘El coche es un invento más apocalíptico que la bomba atómica’”. En Diario El País. Madrid. Junio 2011.
[iii] Smithson, Alison. “Beatrix Potter’s Places”. Architectural Design. Diciembre 1967.
[iv] Carpenter, Humphrey. “J.R.R. Tolkien. Una biografía”. Trad. Carlos Peralta. Ediciones Minotauro. Barcelona. 1990.