El proyecto de tissellistudio architetti sigue una narrativa de creatividad y funcionalidad, con grandes escaleras y espacios comunes que fomentan la interacción y las relaciones entre sus ocupantes. La disposición del edificio, con sus compresiones espaciales alternadas y superficies expansivas, crea una experiencia arquitectónica que promueve el bienestar y la productividad.
Alrededor del edificio la abundante vegetación contribuye a crear un entorno más verde y confortable, en contraste con el entorno industrial, mejorando las condiciones de ajardinamiento de la zona, la calidad de vida de los empleados y la de los visitantes de la sede, proponiendose com testimonio de una solución arquitetónica responsable e innovadora, y convirtiéndose en un referente para la región.
Edificio Sidera por tissellistudio architetti. Fotografía por Marcin Dworzynski.
Descripción del proyecto por tissellistudio architetti
El edificio está situado en las afueras de la ciudad de Forlì, en una zona industrial que las autoridades urbanísticas han situado en los límites de la antigua centuria romana. El terreno se encuentra muy cerca de la salida de la autopista y a pocos kilómetros del centro histórico, un punto muy estratégico pero carente de lenguaje arquitectónico: el paisaje está dominado únicamente por un monótono desfile de naves prefabricadas.
El proyecto
Por tanto, el proyecto debía insertarse en un entorno que no ofrecía ni ideas ni restricciones, salvo las relacionadas con el rígido y obligatorio encargo funcional presentado por la cooperativa, que se puede resumir en tres puntos:
• El edificio debía garantizar la máxima flexibilidad en la configuración de los espacios de oficinas, evitando la fórmula del espacio abierto y garantizando espacios de trabajo exclusivos para 1 o 2 personas;
• Cada uno de los seis departamentos en los que se divide la empresa debía estar ubicado en un solo nivel;
• El proyecto debía incluir un salón de actos con capacidad para 200 personas y un espacio de cafetería que pudiera transformarse en oficinas en caso necesario.
Por ello, desde el principio se decidió conscientemente no centrarse demasiado en la forma estructural en sí en los diseños iniciales, sino dejar que el edificio se revelara adaptando sus líneas a las necesidades funcionales y logísticas impuestas. La forma que se puede apreciar hoy es el resultado de un proceso creativo que, paradójicamente, absorbe la racionalidad y el pragmatismo de la cooperativa, haciendo de la propia sede la representación primaria del rigor científico de la empresa.
Proyecto exterior
El edificio Sidera se extiende horizontalmente a lo largo de una longitud de 100 metros y tiene una altura de 33 metros, a partir de un zócalo de tierra de aproximadamente 3 metros de altura. La superficie exterior presenta solo tres materiales: aluminio (seis kilómetros de lamas verticales), hormigón pigmentado negro y vidrio (unos 5000 metros cuadrados de acristalamiento en la fachada).
El aluminio natural empleado en las láminas de revestimiento es el protagonista, ya que refleja con elegancia la luz natural, adquiriendo diferentes matices de tono y color en función de las distintas horas del día y de las condiciones meteorológicas. Esto, unido al rápido ritmo que crea la colocación de las aletas de los parasoles, crea una agradable ilusión óptica al moverse por el edificio Sidera, que aparece como un bloque opaco o transparente, según la posición desde la que se mire.
El concepto de envolvente del edificio no se refiere únicamente a las fachadas exteriores, sino que también incluye la cubierta, que se interpretó inmediatamente como una especie de quinto alzado, ya que somos conscientes de que con el auge de las herramientas de navegación contemporáneas, como Google Earth, todos estamos acostumbrados a mirar y percibir los espacios desde arriba. Esta conciencia se traduce en la necesidad de incluir también elementos arquitectónicos definitorios de este punto de vista. Para ello se eligió el motivo vernáculo de la cubierta a dos aguas, que, de por sí, resulta inédito en un contexto tan industrial. Seis parcelas inclinadas se reparten por el espacio aprovechando los tres grandes lucernarios como puntos de conexión, buscando crear un diálogo con el skyline de los Apeninos cercanos.
Interiorismo y neuroarquitectura
El estudio y diseño del espacio interior se abordó como un componente esencial en sí mismo y, por tanto, no se consideró un proyecto paralelo, sino algo integrante y necesario para el desarrollo del edificio en su conjunto. De hecho, la intención fue clara desde los primeros pasos: no confiar la representatividad del proyecto solo a la envoltura exterior del edificio, sino asegurar que fuera la piel de un organismo más complejo, expresado en una progresión continua de estímulos, y nos fortaleció la convicción de que la inteligencia y la creatividad de quienes trabajan y producen se nutren en sus esfuerzos de la curiosidad y la complejidad del edificio, más que de la banalidad de un espacio estéril e informe.
Los preceptos de la neuroarquitectura han guiado la mayor parte de las decisiones de diseño, que se han centrado en la búsqueda del espacio de trabajo ideal. Así, los factores externos, como la luz, el aire, los sonidos y las imágenes, entran en el edificio como componentes arquitectónicos calibrados y controlados y no como meros sucesos necesarios.
La piel de vidrio que cubre el edificio Sidera controla la entrada de luz natural que inunda cada espacio de trabajo; las luminarias siguen el ritmo circadiano de 24 horas; la tecnología empleada para el control de la ventilación y la ausencia total de ventanas practicables garantizan que el aire interior sea limpio y saludable a pesar de estar en una de las zonas más contaminadas de Europa; desde todos los espacios interiores y desde cualquier nivel es posible contemplar la vista del verde exterior.
Todos estos factores, combinados con el control obsesivo del aislamiento acústico, garantizan condiciones de trabajo que favorecen altos niveles de bienestar psicológico, lo que inevitablemente se traduce en una mayor calidad del trabajo de los empleados.
No se ha añadido ningún color más allá de la pigmentación natural de los materiales, hasta el punto de que la fotografía del edificio parece desaturada: una forma invertida de resaltar que el edificio es la sede de la empresa.
La madera, el aluminio y el hormigón expresan con orgullo su estado natural, y este espíritu también se aplica a los numerosos muebles a medida realizados en Corian. La sobriedad del edificio en este sentido refleja la seriedad y el pragmatismo de la empresa.
Entre formas que parecen fragmentos y cortes diagonales, las grandes escaleras interiores actúan como un elemento de disrupción para toda la disposición, empezando por el hecho de que es el único espacio desde el que se puede disfrutar de toda la altura interior del edificio Sidera en todo su esplendor. Las líneas hipertróficas y sinuosas juegan con el contraste, atrayendo al visitante hacia sí como una fuerza centrípeta disruptiva. La cinta creada por el parapeto de la escalera se enrosca y serpentea hacia arriba, como un organismo vivo cuyas ramas son atraídas por la luz del sol que penetra a través del gran tragaluz. Los amplios rellanos acogen cómodos asientos, presentes aquí como en todos los recorridos de circulación, creando pequeñas plazas/puntos de encuentro que invitan a las personas a detenerse e interactuar entre sí, fomentando así un sentido de comunidad dentro de la oficina. De este modo, se fomentan los momentos sociales entre los empleados, reforzados por la creencia de que el intercambio de ideas y la creación de relaciones positivas son factores fundamentales para garantizar el bienestar general, que es la piedra angular de la productividad.
Las personas mismas se convierten así en un componente del proyecto, la clave necesaria para activar una máquina llena de engranajes y ruedas dentadas; y cuando se deja que la máquina funcione, genera una narrativa estimulante, llena de sorpresas, en constante búsqueda de reacciones.
El edificio Sidera es un organismo vivo y creativo que niega la lógica rígida de la ortogonalidad y evita todas las restricciones estáticas u obligaciones de simetría monumental y banal. La entrada, los espacios de circulación, el salón de actos y el piso superior están dispuestos en un juego de compresiones espaciales alternadas entre las paredes y los techos y las superficies inclinadas y facetadas.
Contexto
En un contexto carente de identidad y de valor arquitectónico, el edificio Sidera ha sido concebido como un nuevo elemento que se añade al entorno, como una especie de regalo, una forma de reparación de un espacio carente de calidad pero que evidentemente puede convertirse en un espacio mejor, en beneficio de todos los que vengan a hacer uso de él (en particular, los empleados de la cooperativa). Incluso la decisión de rodear la sede con 300 árboles y 22.000 plantas responde a la voluntad de neutralizar el contexto en el que se construye.
En el diseño de la sede no hay formalismo ni individualismo, sino que, en el fondo, hay un fuerte sentido de la realidad, una fuerte intención de interpretar las necesidades, de comprender y traducir en el edificio las transformaciones que inevitablemente experimenta la humanidad, sin perder nunca de vista la centralidad de las relaciones y de lo que significa ser humano e individuo en la actualidad, que nos mantiene cada vez más alejados unos de otros y del entorno que nos rodea.
