Miro ahora las fotos que me ha enviado Metalocus.
La Cidade tiene también tiene algo de aeropuerto, no hay aviones, es el propio aeropuerto el que quiere despegar. También el edificio Fontán despega, está sujeto a pliegues como toda la Cidade, pero está de vuelta, me atrevo a decir.
También me atrevo a decir que está de vuelta porque la arquitectura de Andrés Perea no se puede esconder debajo de una alfombra.
La alfombra que cubre las construcciones que en cierto modo las reduce a comparsas de ese único papel, se vacía se agujerea se transparenta y aligera en el edifico Fontán y empieza a ser receptora de los múltiples instrumentos que pone en juego la arquitectura de Andrés Perea.
Además, la cubierta interactúa con lo que cubre que a su vez deja de ser neutro y silencioso y de nuevo impulsado por la fertilidad de su arquitectura, se multiplica en tribunas, miradores, patios, pasillos, alcanza a estructuras, instalaciones, materiales etc.
Y lo que está debajo de la alfombra, no sé si me equivoco, si es así me excuso, no he estado allí, que jerárquicamente debía ser habitable tan solo como residuo, entra en la órbita de los almacenes silenciosos, de las naves industriales fuera del horario de trabajo, de las obras a medio hacer o autoconstruidas, que son aquellos interiores en los que uno se siente a gusto, la habitabilidad imprevista, improvisada. La arquitectura en todas partes, como corresponde a la obra de Andrés pero como espléndido residuo.
Lo que tenia que ser un vuelo o parte de un despegue se convierte en construcción y la alfombra lo hace en un edificio. Lo que eran las maletas, las bolsas, los bultos se queda dentro del avión que no despegará ni falta que le hace. La arquitectura lo mantiene en tierra.
La Cidade tiene también tiene algo de aeropuerto, no hay aviones, es el propio aeropuerto el que quiere despegar. También el edificio Fontán despega, está sujeto a pliegues como toda la Cidade, pero está de vuelta, me atrevo a decir.
También me atrevo a decir que está de vuelta porque la arquitectura de Andrés Perea no se puede esconder debajo de una alfombra.
La alfombra que cubre las construcciones que en cierto modo las reduce a comparsas de ese único papel, se vacía se agujerea se transparenta y aligera en el edifico Fontán y empieza a ser receptora de los múltiples instrumentos que pone en juego la arquitectura de Andrés Perea.
Además, la cubierta interactúa con lo que cubre que a su vez deja de ser neutro y silencioso y de nuevo impulsado por la fertilidad de su arquitectura, se multiplica en tribunas, miradores, patios, pasillos, alcanza a estructuras, instalaciones, materiales etc.
Y lo que está debajo de la alfombra, no sé si me equivoco, si es así me excuso, no he estado allí, que jerárquicamente debía ser habitable tan solo como residuo, entra en la órbita de los almacenes silenciosos, de las naves industriales fuera del horario de trabajo, de las obras a medio hacer o autoconstruidas, que son aquellos interiores en los que uno se siente a gusto, la habitabilidad imprevista, improvisada. La arquitectura en todas partes, como corresponde a la obra de Andrés pero como espléndido residuo.
Lo que tenia que ser un vuelo o parte de un despegue se convierte en construcción y la alfombra lo hace en un edificio. Lo que eran las maletas, las bolsas, los bultos se queda dentro del avión que no despegará ni falta que le hace. La arquitectura lo mantiene en tierra.
Texto por Josep Llinàs. Barcelona, noviembre de 2022.
Elevation sketch by Andrés Perea. El Fontán by Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo.