«Llegará la era de las cosas ligeras. En el Edificio Fontán la arquitectura sigue el signo de los tiempos y va perdiendo peso, es el relato construido de la realidad técnica. Y ese relato, este epílogo del Fontán desde el presente, lo escribimos como un prólogo del futuro».
Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo.
El proyecto de Perea, Suárez y Torrelo nace bajo la firme intención de ser un edificio austero y comprometido basado en un proyecto que simplifica los costes de construcción, energéticos, de mantenimiento, así como de seguridad. El resultado es un edificio donde los principios sobre las condiciones espaciales, para la habitabilidad del edificio y sus relaciones con los usuarios, proceden a establecer una firme relación con el medio.
Tras la paralización definitiva en 2013 de las obras de construcción del edificio del Teatro de la Ciudad de la Cultura de Galicia, en donde se había construido la mayor parte de la estructura de la zona este del Teatro, la Fundación Cidade da Cultura decide (ante el desorbitado coste de la demolición) reutilizar, acondicionar y completar la estructura ya ejecutada para poder darle uso institucional y transformarlo en un complejo arquitectónico denominado Edificio Fontán.
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Descripción del proyecto por Perea, Suárez, Torrelo
Dibujo a mano alzada
En este proyecto se ha cultivado desde el principio el dibujo a mano alzada, conexión directa del preconsciente (donde según Freud radica la creatividad) con la realidad, que evidencia asuntos y caminos a los que el consciente todavía no ha llegado.
Su calidad y la belleza de su expresión son síntomas intuitivos del resultado de la investigación proyectual.
Un debate en la pedagogía del proyecto, con defensores de la herramienta informática como camino único, fiable y rápido, mientras otros la consideran en sus inicios, a falta de alcanzar la eficacia investigativa de los arquitectos manoalzadistas.
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Convivencia de generaciones
Coincidir tres arquitectos de generaciones distintas se observa como una experiencia muy positiva, aumentando la calidad proyectual del resultado. Todos han puesto sus capacidades sin ninguna competitividad para lograr objetivos comunes, cada uno posicionado en el rol más eficaz.
Elegido por la Propiedad el camino entre tres alternativas diferentes, fueron un único arquitecto… Sumando uno 55 años de experiencia; otro, 40 años de ejercicio profesional; y una arquitecta en su primer tramo con 22 años de profesión.
Una relación que ha funcionado a veces según leyes de la física (mezcla, distinguible la sustancia de cada uno) y en otras según las de la química (nuevos compuestos con procedencias no identificables).
El color, la erótica, lo sensorial
El acabado cromático respeta la calidad de los elementos naturales (metal, hormigón, madera industrial...). El color añadido es un código superficial que aporta optimismo al proyecto.
Una paleta cromática, de ambigüedad manierista, que apuesta por el Eros del lugar (exaltación de la vida frente al Tánatos, inmutable y ya muerto).
La experiencia sensorial se amplía con las texturas: Pétrea en el pavimento exterior (calle central), diferentes durezas de la resina (auditorio, terrazas ajardinadas, oficinas…), madera industrial (tableros OSB) en puertas, vestíbulos de auditorio o mamparas de la última planta…
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Intuición vs Racionalidad
Todo el proceso ha basculado entre lo intuitivo y lo racional (que no lo lógico). Algo evidente en decisiones como los éntasis de los cuatro volúmenes de espacios de trabajo mirando a patios y al jardín oeste, luminosa intuición aprendida de la tectónica del Partenón.
Su calidad y la belleza de su expresión son síntomas intuitivos del resultado de la investigación proyectual.
Un debate en la pedagogía del proyecto, con defensores de la herramienta informática como camino único, fiable y rápido, mientras otros la consideran en sus inicios, a falta de alcanzar la eficacia investigativa de los arquitectos manoalzadistas.
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Convivencia de generaciones
Coincidir tres arquitectos de generaciones distintas se observa como una experiencia muy positiva, aumentando la calidad proyectual del resultado. Todos han puesto sus capacidades sin ninguna competitividad para lograr objetivos comunes, cada uno posicionado en el rol más eficaz.
Elegido por la Propiedad el camino entre tres alternativas diferentes, fueron un único arquitecto… Sumando uno 55 años de experiencia; otro, 40 años de ejercicio profesional; y una arquitecta en su primer tramo con 22 años de profesión.
Una relación que ha funcionado a veces según leyes de la física (mezcla, distinguible la sustancia de cada uno) y en otras según las de la química (nuevos compuestos con procedencias no identificables).
El color, la erótica, lo sensorial
El acabado cromático respeta la calidad de los elementos naturales (metal, hormigón, madera industrial...). El color añadido es un código superficial que aporta optimismo al proyecto.
Una paleta cromática, de ambigüedad manierista, que apuesta por el Eros del lugar (exaltación de la vida frente al Tánatos, inmutable y ya muerto).
La experiencia sensorial se amplía con las texturas: Pétrea en el pavimento exterior (calle central), diferentes durezas de la resina (auditorio, terrazas ajardinadas, oficinas…), madera industrial (tableros OSB) en puertas, vestíbulos de auditorio o mamparas de la última planta…
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Intuición vs Racionalidad
Todo el proceso ha basculado entre lo intuitivo y lo racional (que no lo lógico). Algo evidente en decisiones como los éntasis de los cuatro volúmenes de espacios de trabajo mirando a patios y al jardín oeste, luminosa intuición aprendida de la tectónica del Partenón.
«La cultura del proyecto se define como ultraligera, susceptible de una reutilización exhaustiva de los materiales y manufacturados que proponemos a partir de la estructura y el reciclado hasta la cuna de lo no reutilizable».
Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo.
Normativa al servicio del proyecto
La cultura prescriptiva (napoleónica) establece un sistema normativo para superar el caos, aplicando una metodología. Un articulado establece la diferencia entre bien hecho (permitido) y mal ejecutado (sancionado). Resultado: Una cultura legislativa, extendida ampliamente, incapaz de recoger las innumerables excepciones propias de la conducta humana frente a ese articulado estricto e inflexible.
La tradición británica ha generado otra normativa, prestacional, diametralmente opuesta: Escaso articulado prescriptivo, sustituido por la definición de objetivos de comportamiento social.
Lo prescriptivo, sin interlocución entre partes o con insuficiente solvencia de alguna, obstaculiza la evolución y el progreso.
Lo prestacional requiere interlocución solvente entre partes y motiva la investigación creativa.
Mecánica y manufactura
Se afronta el proyecto más como mecánicos de un extraño taller, fabricando, engranando arquitectura, que como arquitectos disciplinares buscando una imagen prefijada del espacio.
Construcción, pura y radical construcción, en especial de lo estrictamente funcional, enseñando, sin dudas ni pudor, despiece y proceso, perpetuando los estados intermedios.
En el motor de un enorme camión, o transatlántico, nos espera una belleza esencial, sin ningún manual teórico-crítico de arquitectura.
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Frente al resultado
Tres posiciones diferentes.
Andrés reclama la condición humana del trabajo, sus imperfecciones y diferencias entre resultado y definición, si no tienen grave responsabilidad social. Son inevitables y ocasionalmente bienvenidas en una obra multidisciplinar. La absoluta perfección es una quimera.
Elena comprometida con una repuesta escrupulosa a decisiones de proyecto. Actitud legítima, deseable en un creador responsable de decisiones sobre el entorno humano.
Rafael coincide, reivindicando el disfrute de las visiones del edificio activo (expertas y profanas) y la sorpresa de algunos cambios, anotados para futuras experiencias.
Creación y melancolía
Recurre Andrés a asumir la melancolía del creador cuyos sueños nunca tendrán un final totalmente feliz. Melancolía como la de la transición del Renacimiento al Manierismo (¿anticipo de la actual realidad virtual?) con pequeñas grandes invenciones (la columna salomónica, la escalera laurenciana, el autorretrato de Parmigianino en espejo convexo o los trampantojos del Teatro Olímpico de Palladio), como la del grabado de Durero, palanca creativa y actitud de alegría vital (contradictoriamente) para decisiones del proyecto.
Edificio Fontán por Andrés Perea, Elena Suárez, Rafael Torrelo. Fotografía por Ana Amado.
Acuerdos y desacuerdos (AP+ES+RT)
Acuerdo en el compromiso con la radicalidad constructiva: construcción, pura construcción, ruta perfecta para otra belleza.
Acuerdo en un espacio que exalta el paso del tiempo, la mutabilidad, transparencia fenomenológica, flexibilidad, inmediatez y austeridad.
Acuerdo en la máxima calidad de vida para los ocupantes (25% de su tiempo vital en estos espacios): no existen puestos de trabajo sin luz y sin vistas exteriores.
Acuerdo en un continuo de espacios encadenados: Público-semipúblico-asambleario-trabajo en grupo-espacios individuales.
Acuerdo en una transición entre espacios por superposición física o visual del consecuente o el antecedente, en todas las direcciones posibles, horizontales y verticales.
Acuerdo en un espacio que exalta el paso del tiempo, la mutabilidad, transparencia fenomenológica, flexibilidad, inmediatez y austeridad.
Acuerdo en la máxima calidad de vida para los ocupantes (25% de su tiempo vital en estos espacios): no existen puestos de trabajo sin luz y sin vistas exteriores.
Acuerdo en un continuo de espacios encadenados: Público-semipúblico-asambleario-trabajo en grupo-espacios individuales.
Acuerdo en una transición entre espacios por superposición física o visual del consecuente o el antecedente, en todas las direcciones posibles, horizontales y verticales.
Acuerdo absoluto en.-
a) Diálogo no vasallo con el contexto, la obra de Eisenman.
b) Evidenciar la mecánica del edificio (sin falsos techos, pieles…).
c) Convocar a la naturaleza en el resultado ambiental: Luz cambiante del día y las estaciones, presencia de la meteorología exterior en la envolvente…
d) La belleza de los estados intermedios. Forma y figuración en transición, inacabadas.
e) Eros, la existencia, presente en todo el proceso.
b) Evidenciar la mecánica del edificio (sin falsos techos, pieles…).
c) Convocar a la naturaleza en el resultado ambiental: Luz cambiante del día y las estaciones, presencia de la meteorología exterior en la envolvente…
d) La belleza de los estados intermedios. Forma y figuración en transición, inacabadas.
e) Eros, la existencia, presente en todo el proceso.
Desacuerdos en.-
a) La geometría cartesiana o no en la técnica proyectual.
b) Exigencia o no de la perfección.
c) Responsabilidad en el proceso: ¿Cuándo el arquitecto debe retirarse, cuándo interviene el usuario? ¿Qué hacer en situaciones en las que no hemos sido consultados?
b) Exigencia o no de la perfección.
c) Responsabilidad en el proceso: ¿Cuándo el arquitecto debe retirarse, cuándo interviene el usuario? ¿Qué hacer en situaciones en las que no hemos sido consultados?
Llegará la era de las cosas ligeras
El Fontán sigue el signo de los tiempos: Pierde peso, es relato construido de la realidad técnica, epílogo del presente, que se escribe como PRÓLOGO DEL FUTURO.