
Si bien la nueva oficina de turismo proyectada por Link architectes reinterpreta la lógica constructiva y material del sistema de arcos, el proyecto no pretende competir en tamaño ni en presencia con el acueducto. Según las normas urbanísticas locales, el terreno destinado al proyecto limitaba la futura construcción a una superficie máxima de 100 m². En ese sentido, el proyecto se concibe como una infraestructura de soporte que abraza todo el paisaje inmediato.
En relación con la geometría lineal que caracteriza al acueducto, la propuesta se integra en el terreno y se resume en dos intenciones elementales. Por un lado, un muro de hormigón tintado que vincula el proyecto con el terreno y organiza los usos principales. Por otro, una cubierta que se prolonga más allá para proteger las fachadas y alojar el espacio de recepción y exposición. Por interpretación y no por imitación, el proyecto atiende a las proporciones, dimensiones y composiciones, logrando como resultado una conversación amena con el acueducto.

Oficina de turismo por Link architectes. Fotografía por Vladimir de Mollerat du Jeu.
Descripción del proyecto por Link architectes
Hace casi 2000 años, Lugdunum (Lyon) se asentaba principalmente en la colina de Fourvière. Para abastecer de agua potable a toda la ciudad, cuatro acueductos transportaban agua desde las cordilleras cercanas (Mont d'Or, Monts du Lyonnais, Macizo del Pilat) hasta la capital de la Galia romana.
El acueducto del Gier fue el más largo (más de 80 km) y el de mayor complejidad técnica, dada la geografía que atravesaba. Su legado más espectacular en la actualidad es la alineación de 72 arcos, que emergen con fuerza en el yacimiento de Plat de l'Air, al norte de la ciudad de Chaponost. Es aquí, en contacto directo con uno de los últimos vestigios tangibles de la memoria romana de la zona, donde la Mancomunidad del Valle del Garón decidió establecer una nueva oficina de turismo en 2019, en el corazón de este extraordinario lugar. El terreno del proyecto, ubicado frente a los arcos del acueducto, era entonces un terreno baldío con ligera pendiente, clasificado como suelo agrícola en el plano urbanístico local, lo que limitaba la futura construcción a una superficie máxima de 100 m².

En este contexto, nuestro trabajo comienza por comprender y dimensionar la magnitud de una obra como la construcción de este acueducto en época romana para transportar agua a largas distancias. También se define por la comprensión del ingenio de los mecanismos empleados, que contribuyen a la coherencia técnica y estética de la estructura.
El trazado histórico del acueducto dialoga con la topografía del terreno, a veces siguiéndola, a veces confrontándola. El emplazamiento del proyecto tiene la particularidad de incorporar varios estados del acueducto, entre sus posiciones aéreas y subterráneas dentro de la localidad de Chaponost, y en el inicio del sifón que cruza el valle de Yzeron.
El acueducto funciona tanto a escala macro del territorio como a escala micro de la construcción y la materialidad de los arcos. Un sistema con sentido, que moldea y revela un paisaje único. La nueva oficina de turismo se basa en esta lógica.

Sin embargo, cualquier analogía simplista con la estructura antigua no puede competir con la profundidad histórica que evoca el acueducto. Además, el reducido tamaño del programa (100 m²) dificulta la relación deseada entre ambos edificios. El proyecto no puede competir en tamaño ni presencia, por lo que sus intenciones iniciales se basan en una reflexión que abarca el lugar, el paisaje, los suelos y los senderos. Se concibe como un dispositivo escenográfico que muestra el acueducto desde la perspectiva del visitante. Sirve como complemento del acueducto, menos como un objeto arquitectónico que como la construcción de un paisaje.
El proyecto se concibe como una infraestructura de servicios más que como un edificio, al igual que el propio acueducto. La intención no es reducir la intervención a un mero objeto construido sino albergar un espacio que, en cierto sentido, no tiene ni principio ni fin, abrazando todo el paisaje que se encuentra frente a él.
El proyecto se integra en el terreno, siguiendo la geometría del acueducto de forma lineal. Se divide en tres capas:
- La primera capa, que ubica racionalmente las zonas de aparcamiento en conexión directa con la calzada existente. Un sendero conecta la entrada a la oficina de turismo y una pradera que separa el edificio de la calle, tanto para protegerlo de molestias como para ampliar la vista del acueducto.
- La segunda capa encierra el edificio, sostenido por un muro de contención que gestiona la pendiente del terreno.
- La tercera capa se deja abierta para no alterar la totalidad del terreno.

El proyecto se define y reduce a dos intenciones elementales: un muro que integra el proyecto en el terreno y organiza los usos, y una cubierta que lo protege. El muro, de hormigón tintado y posteriormente arenado, se sitúa paralelo al acueducto y define una plataforma incrustada en la profundidad del terreno, que alberga el aparcamiento y las funciones de servicios públicos. Emerge por un lado y se hunde en el suelo por el otro, extendiéndose mucho más allá del espacio de la oficina de turismo.
El muro cruza el edificio y se extiende más allá. Se engrosa en ciertos puntos del edificio para albergar las funciones de servicio. Delante, un gran espacio abierto y transversal reúne la recepción, la exposición y la sala de reuniones. Dada la limitación del espacio, la idea es no perder superficie en la circulación; cada metro cuadrado es valioso. Dentro del muro, las funciones retraídas dan servicio al espacio principal.
La cubierta alberga el espacio de recepción y exposición y se extiende más allá para proteger las fachadas y formar un porche en la entrada, duplicando así la superficie interior del edificio y reforzando su función acogedora. La frontera entre el interior y el exterior se difumina deliberadamente. Esta es la ambición del proyecto: ofrecer un espacio respaldado por un muro de funciones, abierto al acueducto.

El acueducto es una estructura maciza y poderosa, construida mediante un sistema de arcos repetitivos de piedra, ladrillo y tierra. La ruina, en su estado actual, revela una construcción rudimentaria, que nos interesa revisitar según métodos de producción modernos. No se trata de recrear los arcos ni de repetir un sistema constructivo que hoy carecería de sentido. Se trata, en cambio, de reinterpretar una forma de construir y adaptarla a las técnicas de nuestro tiempo y localidad. Por ello, el proyecto opta por el hormigón, pero con la ambición de trabajar este material en sintonía con el acueducto, a través de su veta, sus tonos y su textura.
Una serie de postes de abeto Douglas sostienen una viga, que a su vez soporta todas las correas de la cubierta. Esta estructura refleja el ritmo de los arcos, pero transmite ligereza. La cubierta se reduce así a su expresión más simple, con una red de correas visible en el techo que caracteriza el espacio, dotándolo de una identidad doméstica. El proyecto busca ser acogedor, y los materiales se dejan a la vista, sin revestimientos. La cubierta de zinc se integra con el paisaje, garantizando la máxima delicadeza en un espíritu de "desaparición", dejando espacio para la presencia del acueducto, sin gestos espectaculares.
El proyecto, no por imitación, sino por interpretación, resuena con el acueducto. Más allá de la materialidad de los muros, se establece un diálogo atento sobre las proporciones y la composición de ambas estructuras.