En un día totalmente despejado el pabellón lucía sus mejores galas, la escenografía era digna de los Óscar de la “arquitectura”. Los invitados comenzaron a llegar, entrando en el pabellón a través de una alfombra negra, entre ellos los cinco finalistas. Tras un primer encuentro en torno al estanque del pabellón algunos llegaban con el tiempo muy justo, Bjarke Ingels corría por el pabellón con su traje y zapatillas escrupulosamente blancas.
Rápidamente todos fueron ocupando los asientos en el interior del pabellón. Con la mirada expectante de la escultura de Georg Kolbe observando la sala y la azafata que protegía los dos premios, en dos sobres amarillos que contenían los nombres de los premiados, los finalistas ocuparon sus asientos, desde la amable pareja formada por Sheila O'Donnell y John Tuomey, pasando por algunas de las autoridades que han promovido las obras, hasta ocupar sus asientos en el estrado el Tribunal de los premios.
La directora de la Fundación, Giovanna Carnevali, protagonizó la presentación dando paso rápidamente al Presidente del Jurado, Cino Zucchi, en otro tiempo joven arquitecto emergente italiano. El primer anuncio fue para presentar el premio de arquitecto emergente, los ganadores: Arquitectura G. Un grupo de cuatro jovencísimos arquitectos.
Tras la sorpresa del primer anuncio, y la entrega del premio a Jonathan Arnabat (1977 España), Aitor Fuentes (1981 España), Igor Urdampilleta (1981 España), Jordi Ayala (1975 España) por la reforma de una pequeña vivienda en Extremadura, el presidente del jurado continuó realizando una descripción previa de las virtudes de cada uno de los cinco proyectos finalistas, acompañado en el extremo contrario de las imágenes de los proyectos visualizadas en una pantalla. En un proceso escenográficamente calculado Cino Zucchi recibió el segundo sobre amarillo con el nombre de los ganadores.
Mientras lo abría, las caras de los arquitectos eran el reflejo de sus personalidades: O’Donnell + Tuomey aparentemente tranquilos, los autores del Museo de arte de Ravensburg, Arno Lederer, JórunnRagnarsdóttir y Marc Oei serios, como corresponde a dos arquitectos alemanes, Bjarke Ingels con tensión poco disimulada (las manos cruzadas, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante en la silla y las piernas tensamente cruzadas bajo el asiento), los italianos Archea Associati con un nerviosismo diferente, más distendido, y finalmente también serios Fabrizio Barozzi (1976 Itaia) y Alberto Veiga (1973 España).
Zucchi abrió el sobre y lo pasó al Presidente de la Fundación Antoni Vives, para que anunciara el nombre ya descubierto en el sobre. Este se acercó a la tribuna, mantuvo unos segundos el silencio y finalmente pronunció el nombre de los ganadores: La Filarmónica de Szczecin de Barozzi y Veiga.
Pocas veces la expectación rompe en tantos gritos y aplausos como la expresada ayer por afines, amigos, y políticos responsables del proyecto. La aclamación fue especialmente calurosa levantándose de sus asientos. Tras la entrega al resto de los finalistas de una placa por su participación, el acto terminó con la gran alegría de los premiados y con un cierto rasgo de decepción entre los no premiados que se levantaron de sus asientos lentamente. A continuación la recepción, las entrevistas, las fotografías, los corrillos, el calor de un estupendo día en Barcelona.
En paralelo.
Minutos antes del inicio de la ceremonia hablaba con algunos de los presentes, entre ellos con uno de los jurados que me preguntaba cuál era mi quiniela en un intento por evitar la pregunta antes de la ceremonia. Al ir describiendo quien podía ser el ganador, quienes tenían opciones y quienes no, se produjo la típica situación en la que no recuerdas el nombre de tus posibles descartes y preguntas por sus nombres. Si los miembros del Tribunal no se acuerdan de ellos es que tu quiniela va bastante acertada. Por cierto, acertamos.
El resultado de ayer es el final de un proceso en el que Europa todavía refleja su situación de complejo grupo de tribus con identidades propias y diferenciadas, desde los rígidos posicionamientos que pretenden llevar la verdad de la zona germana, pasando por los pontificadores anglosajones, hasta el resto expectante y con hambre de reconocimiento.
Muchos comentaban que al ser concedido el premio a una obra relegaba trayectorias sobresalientes y consolidadas. En este primer grupo se encontraban a la cabeza los irlandeses Tomey, con un proyecto brillante, pero excesivamente complejo y cuya versatilidad intentando abarcar todos los programas con respuestas concretas es muestra de su rigidez, a pesar de su excelente integración urbana y la utilización brillante del ladrillo como piel exterior. Frente a esta complejidad el grupo de los alemanes, con un proyecto que pretende recuperar un clasicismo nórdico, con una perfecta ejecución de la envolvente, pero con un interior vacío, simple y frio, un contenedor donde incluso el tratamiento de la luz es distante y las escaleras solo agrupación de escalones.
En paralelo el proyecto de Archea Associati, bien resuelto, con gestos formales bien ejecutados, integrado en el territorio, pero excesivamente grandilocuente en los espacios de recepción y en las escenografías de la bodega. El silencio de la creación del vino, roto por el mirador de la sala de reuniones. En este segundo grupo de proyectos bien ejecutados se encuentra el de Bjarke Ingels, igualmente con lenguajes y gestos bien aprendidos como los mostrados en el auditorio, una réplica fiel del auditorio del Kunsthal de Rem Koolhaas, con una buena idea de proyecto, simple, pero efectiva y esta vez sí sencilla e inteligente, aunque su aportación a la arquitectura sea más bien escasa.
Por último, los ganadores, Barozzi y Veiga. Por un lado la gran sorpresa, muchos de los presentes comentaban que perfectamente podían haber sido premio de arquitectura emergente, dada su juventud para este tipo de premios, por otro lado su iconicidad, de la que los arquitectos en todas las entrevistas pretendían alejarse y desdibujarla ante sus interlocutores.
La realidad es que ganó el proyecto. El mejor proyecto de los que habían llegado a la final. En el camino se quedaron proyectos que uno considera propuestas incluso con más interés que parte de las que llegaron a este punto, con más riesgo, con capacidad propositiva, y en ese sentido la recopilación de los 420 seleccionados es un reflejo más nítido de la realidad arquitectónica europea.
El ganador era obvio en cualquier quiniela: icónico, impactante fotográficamente hablando, formalmente nítido y bien resuelto. Los ganadores, merecían ganar y en este sentido el Tribunal estuvo acertado. En la recámara, lo ya comentado, ¿es este el final de un tiempo para una arquitectura que habla de formalismos e iconos? o ¿es el inicio de un tiempo para otros caminos y propuestas que están por venir, sugeridas en el grupo de los 420?
Los 5 últimos premiados.
2013 Harpa-Reykjavík Concert Hall & Conference Centre, Reykjavik. Henning Larsen Architects / Peer Teglgaard Jeppesen, Osbjørn Jacobsen Studio Olafur Eliasson / Olafur Eliasson Batteríid architects / Sigurður Einarsson.
2011 Neues Museum, Berlín, David Chipperfield Architects / David Chipperfield, en colaboración con Julian Harrap.
2009 Norwegian National Opera & Ballet, Oslo, SNØHETTA / Kjetil Trædal Thorsen, Tarald Lundevall, Craig Dykers.
2007 MUSAC Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, León Mansilla + Tuñón Arquitectos / Luis M. Mansilla, Emilio Tuñón.
2005 Netherlands Embassy, Berlín, OMA / Rem Koolhaas , Ellen van Loon.