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Editorial |
Primavera 2007 - José Juan Barba

Hablar de la idea de geografías que se convierten en paisaje, artificial y natural; pensar o proponer la construcción de paisajes públicos o interiores; proponer la reconstrucción del paisaje, entendido no como lugar geométrico, no como simple unidad espacial geométricamente definida, identificable en un sistema de coordenadas o puesto en relación con otros espacios de igual rango.

Esa es la idea de paisaje que recorre este número de METALOCUS. Es un concepto que no puede darse por sobreentendido y que necesita de un posicionamiento cuando se instrumentaliza como argumento; hay un compromiso con la forma en que miramos, más que con lo que miramos.

El paisaje es entendido como lugar donde los individuos se relacionan con otros individuos, con un espacio o en un espacio, acentuando así el carácter ontológico que permite la aparición de los lugares en la línea planteada por Yi-Fu Tuan o en la de los no lugares, como diría Marc Augé.

Cuando los lugares se generan en el exterior de los edificios son considerados a menudo como vacíos, como espacios no construidos. Las ordenanzas, las leyes urbanísticas no nos hablan de ellos de manera directa sino sólo indirectamente por oposición a lo lleno o construido.

Aunque la idea de paisaje es una idea desarrollada en nuestra cultura desde el mundo clásico, que ha ido mutando y cambiado a lo largo de la historia, su unión al concepto de lugar es mucho más reciente. La definición de lugar ha sido tan discutida que ni tan siquiera los geógrafos se pusieron de acuerdo hasta finales de 1970 para establecer un concepto.

Transcurridas casi tres décadas, el acercamiento del concepto de lugar al de territorio es más cercano y por ende el entendimiento del paisaje a través de la visión ontológica del lugar comienza a ser una realidad. El paisaje es entendido como el lugar donde es más estrecha la relación individuo-espacio. El lugar-paisaje y el hombre se funden mutuamente, el paisaje participa de la identidad de quienes están en él o con él, es decir, se considera el paisaje no sólo como generador de identidad sino como receptor de la identidad que son capaces de generar los que con él se relacionan. El paisaje deja de ser un escenario contemplado por el hombre para pasar a ser un elemento en relación con él.

Esto nos permite definir el paisaje o los paisajes según la pertenencia espacial del individuo o individuos que interactúan con él. Esta relación, tan cercana con la idea de lugar, permite establecer una metáfora de vinculación, de arraigo con el territorio o con el espacio, supone una dimensión temporal. El lugar concede al paisaje duración; es memoria y tiempo tan sólo cristalizados por tiempos de interacción.

Esta relación supone una puesta en carga de territorios y espacios abandonados, en desuso, aparentemente olvidados. Esta idea nos ha permitido entender los espacios como lugares donde la arquitectura y el arquitecto pueden actuar.

La reconstrucción de paisajes y geografías interiores, a veces íntimas, como se plantean desde las obras de Narelle Jubellin, Manuel Ocaña, Derek Dellekamp o con la reconstrucción de lugares en estructuras o edificios ya construidos, está íntimamente ligada a las propuestas de ámbitos más amplios, ya sean geografías exteriores físicas o conceptuales como las de Michel & Miquel, Phoebe Giannisi, Felipe Mesa, Fernandes & Cannatà o las de Elizabeth Sikiaridi y Frans Vogelaar.

Las propuestas de este número recuperan o generan huellas sobre arquitecturas o territorios ya usados, los convierten en lugares interiores, a veces íntimos, o en paisajes. No se trabaja con volúmenes bajo el sol, aunque algunas de las propuestas presentadas evidentemente formalizan volúmenes, realizan una fantástica lectura sobre el concepto de identidad, de lugar, de paisaje. Se convierten unas veces en rastreadores de lugares, otras en actores que recuperan nuevas identidades para los espacios al transformarlos en lugares. Sus propuestas ponen en carga los vacíos y les confieren identidad a través de sus huellas, sombras o piezas.

Lamentablemente en nuestra cotidianeidad el urbanismo y la arquitectura se están convirtiendo en algo perteneciente al estricto ámbito legal, cada vez son más los abogados que desplazan a los arquitectos o urbanistas de sus campos de batalla, esto es especialmente evidente en el ámbito del planeamiento.

La necesidad de reintroducir en la normativa, planeamientos urbanos y ordenanzas la idea de lugar, de paisaje, desde una visión ontológica y no sólo geométrica, parece cada vez más una necesidad. Más cualificación frente a un exceso de cuantificación, más identidad frente al mar de la vacuidad, más "polis" en las "urbes", más ciudadanos frente a un sobremusculado desarrollo de estructuras e infraestructuras.

Frente a las noticias de que nuestro país en el último año ha construido tanto como Alemania, Francia e Inglaterra juntos, ante un consumo de territorio tan desbocado, ante el constante abandono de estructuras ya utilizadas, la idea de paisaje y lugar planteadas en este número, nos permiten recuperar espacios abandonados, nos ayudan a plantear un pensamiento más sostenible, a generar lugares.

Al igual que Ciceron con la historia de Simónides, en el estupendo texto de Phoebe Giannisi, quienes quieran ejercitar la memoria deben seleccionar lugares específicos, crear imágenes mentales de los hechos que quieran recordar y almacenarlas en lugares como tablillas de la memoria.

Primavera 2007 - José Juan Barba