La propuesta presentada por los estudios madrileños responde a la demanda del concurso para poner en valor el yacimiento arqueológico y cubrirlo respetuosamente para asegurar su conservación mediante una recreación del Jardín de San Esteban.
Para ello, el parque elevado descansa sobre una gran plataforma de hormigón tapizado con vegetación de bajo consumo hídrico y especies aromáticas, inspiradas en la tradición de los jardines andalusíes, que además aportan sombra.
El vacío perimetral, que une presente y pasado, permite que la visita museográfica realice un recorrido con vistas sobre las ruinas, así como la ventilación natural cruzada del yacimiento, evitando el crecimiento de líquenes en las ruinas y protegiéndolo de la lluvia.
El conjunto asegura la continuidad con la trama urbana, y está cerrado al noroeste con el centro de interpretación.
Descripción del proyecto por Burgos & Garrido + Ayllón‐Paradela‐De Andrés
El ha‐ha o salto de lobo es una zanja abierta en el terreno empleada en el diseño de paisaje para construir un límite físico sin interrumpir la visión continua del paisaje, reemplazando así a las cercas.
Impide el paso, pero permite las visuales.
Este proyecto se basa en esta estrategia del paisaje para recuperar y recrear el viejo Jardín de San Esteban, haciéndolo flotar sobre el yacimiento arqueológico del Arrabal de la Arrixaca. En el perímetro del yacimiento, un ha‐ha urbano delimita, protege y hace visible desde las calles de la ciudad, las huellas construidas de su propia historia. Así, mediante una operación arquitectónica que cierra un ciclo de destrucción, descubrimiento y espera, la propuesta empareja dos estratos que colaboran en la construcción de un artificio urbano asombroso, útil y necesario.
La intervención se entiende como un hito urbano a la escala de la ciudad y se concibe desde la continuidad física y visual con la trama urbana, asegurando así la permeabilidad del conjunto.
Atiende a la historia y la tradición del lugar, rememorando y reinterpretando el viejo Jardín de San Esteban a través de una acción que responde a la climatología del lugar desde la tradición de los jardines andalusíes.
La plantación propuesta en el jardín elevado descansa sobre un gran plato de hormigón que contiene una sección de tierras capaz de alojar árboles de gran porte. La sombra, imprescindible en Murcia, adquiere aquí una doble configuración. En su perímetro, una doble hilera de melias, o árboles del paraíso, en alcorques, dota a la plaza de un límite vegetal cambiante y de floración aromática.
En una posición centrada, con un patrón denso y sobre suelo de jabre, un conjunto ordenado de palmeras canarias construye una suerte de sala hipóstila vegetal de gran altura. Los taludes del perímetro, que se tapizan con romero y lavanda, formalizan un borde húmedo, aromático y colorido.
La actuación, además, se entiende en su totalidad como un gran centro de interpretación que permite percibir en todo momento las ruinas históricas desde la trama urbana contemporánea que rodea el conjunto. Esto es posible gracias al vacío perimetral generado en torno al nuevo espacio público, un interludio entre el pasado y presente de la ciudad de Murcia que se transforma también en una parte activa de la visita museográfica como recorrido panorámico sobre las ruinas.
Durante el día la gran hendidura abocinada que rodea el yacimiento conduce al interior la luz intensa del mediterráneo. Durante la noche un leve fulgor artificial baña el yacimiento y se escapa tenue al exterior bañando los taludes vegetales haciéndolos visibles desde las calles. Este gesto además permite la ventilación natural cruzada del yacimiento, evitando el crecimiento de líquenes en las ruinas y protegiéndolo de la lluvia.