En el límite entre la arboleda y el campo abierto, el volumen de la capilla se abre en dirección a la puesta del sol, captando la luz natural del atardecer en el espacio interior. Por fuera de éste, un palo vertical y otro horizontal se disponen por separado y son proyectados hacia el interior. Como resultado, todos los días, durante todo el año, la sombra de los maderos se desliza por el interior curvo de la capilla, culminando su recorrido superpuestos uno con el otro.
Hoy sabemos que Jesucristo sólo cargaba con el palo transversal sobre su espalda en su camino al Gólgota. Conceptualmente la crucifixión se concreta con la reunión de ambos maderos para formar la cruz. Diariamente las sombras de los palos recorren por separado el camino necesario, tal como fuera el “Via Crucis”, para finalmente encontrarse y conformar la cruz, ya no simbólica, sino una cruz ritual, donde la pasión vuelve a ocurrir cada día a partir del sol, comprometiendo una dimensión cósmica.
'Ver lo Invisible' por Roberto Paoli
Sin duda se juntaron en un momento predeterminado,
un momento en el tiempo y del tiempo.
Un momento no fuera del tiempo, pero del tiempo,
en lo que llamamos historia:
seccionando, disecando el mundo del tiempo
un momento en el tiempo pero no como un
momento de tiempo.
Un momento en el tiempo pero el tiempo
fue creado a través de aquel momento
luego que sin significado no hay tiempo
y aquel momento de tiempo le dio el significado.
T. S. Eliot
Siempre más frecuentemente, preocupados por cuestiones funcionales y estéticas olvidamos que uno de los componentes fundamentales de la arquitectura es el tiempo. Por esto llena el corazón de alegría ver concluida la capilla San Bernardo, obra del arquitecto Nicolás Campodonico, erigida en la llanura en devoción al patrono del lugar.
Una pequeña arquitectura, perdida en la pampa, donde el tiempo con la luz y los ladrillos son los únicos materiales, que nos ayudan a comprender en profundidad el significado del ver.
El cotidiano recomponerse y descomponerse de las sombras que forman la cruz, sobre la cúpula de la capilla, nos recuerda que la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo no son simplemente “hechos” del pasado, sino algo que llena el hoy, haciendo presente el pasado.
Un hecho sucedido hace dos mil años se convierte en un evento que re-sucede y nos alcanza hoy. El encuentro de los elementos de la cruz, el stipes, palo ya sólidamente plantado en tierra, en el lugar del suplicio; y el patíbulo, leño llevado sobre las espaldas del condenado, en modo inefable y sorprendente nos rinde contemporáneos a la crucifixión de Cristo.
En relación al absoluto no hay más que un solo tiempo: el presente; por aquel que no es contemporáneo con lo absoluto, lo absoluto no existe”
Observaba Kierkegaard y a sus palabras hacen eco los versos de Pier Paolo Pasolini:
Solo el amar, solo el conocer
cuenta, no el haber amado,
no el haber conocido.
En el refinado juego de luces y sombras sobre ladrillos de la capilla podemos ver y rever su realidad, la pasión de Cristo. Cierto que para ver es necesario recuperar la simplicidad de corazón, y muchos volverán a casa viviendo la experiencia de vacío y soledad descripta por Montale:
...veré cumplirse el milagro:
la nada a mis espaldas, el vacío detrás
de mí, con terror del ebrio.
Luego como un esquema, se acamparan fundiendo
Árboles casas colinas por el engaño usual.
Pero será demasiado tarde; y yo me iré callado
entre los hombres que no se dan vuelta, con mi secreto.
Pero a este punto nos puede ayudar San Bernardo, aquel que al final de la Divina Comedia implora a la Virgen María para que Dante pudiera ver lo invisible sin caer en la locura, pero también aquel que quería que las arquitecturas de sus monasterios fuesen despojadas de cada elemento que no fuera fuerza estática y luz, para que todo tuviese la tenacidad de la piedra y la claridad del cristal.