Boolab buscó a seis directores de perfiles con pocas coincidencias. Llamó a Roger Gual (Smoking Room, 2001) y Steve Green (Nothing, Snack, Occasional Strong); a Erika Lust (The good girl, Cinco historias para ellas,, Barcelona Sex Project, Life Love Lust); a Nico Casavecchia (ganador de un Laus por una pieza para Yorokobu); a Sofa Experience (Motel Spaghetti,, Los Matarile, Toon Toon…); a Celia Galán (Historia del desierto, One minute past midnight, Rosita Guzmán está viva…) y a Dani Ilario (publicitario que se estrena en la realización con boolab).
En el pasillo de la 1º planta de Casa Camper había una fiesta. En la sala de conferencias unos tipos raros comían salchichas, tiraban pelotas y lanzaban pizzas. En la recepción apoyaba sus eternos brazos una drag queen. También había cables, cámaras y material de iluminación por todas partes. Y huéspedes que no sabían que allí, aquel día de primavera, seis directores rodaban seis cortometrajes a la vez.
Los seis compartían espacio y tenían orden estricta de no salir de ahí. Solo podían rodar en el Hotel Casa Camper Barcelona y, como lejísimos, podrían llegar hasta el bar restaurante Dos Palillos. Los seis disponían del mismo tiempo para grabar: 24 horas (de 6.00 a 6.00 del día siguiente). Y a los seis se asignó el mismo presupuesto de producción: 500€. Ahí acababan las normas del proyecto Hotel. Camper y boolab los habían invitado a grabar un corto y, aceptadas las cláusulas mencionadas, no había más que negociar.
.
Nada de mensajes publicitarios. Nada de meter la marca a capón en medio de las historias. Y lo más increíble. No había nadie esperando al fin del metraje para meter tijera. El pacto era: “Yo pongo el hotel, tú ruedas”.
La idea surgió hace un año. Camper quería hacer algo que no hubiese realizado nunca antes. “Venimos del diseño gráfico e industrial. Llevamos mucho tiempo moviéndonos en ese ámbito y queríamos hacer algo distinto. El audiovisual es un mundo nuevo para nosotros”, dice Miguel Fluxà, vicepresidente de la compañía.
La marca había decidido caminar por territorio desconocido y quiso hacerlo acompañada. Habló con la productora boolab y empezaron a barajar ideas juntos. Una idea, otra, y otra, y otra… Hasta que apareció la propuesta de hacer un experimento. Nadie había oído jamás que varios directores se hubiesen metido en un mismo lugar, durante un día, para rodar varias películas. Así que, por eso mismo, lo harían ellos.
Dos meses para prepararlo todo y el 31 de mayo de 2010 se vieron en el Hotel Casa Camper para rodar los cortometrajes. En esas 24 horas se cruzaron en ese lugar el sexo, el deseo, la muerte, el amor, la soledad, las drogas, la fiesta, la magia, la atracción… Una pizza voladora, una maleta que era un humano, unos pétalos sobre una sábana, un preservativo que fue pinchado, un adiós.
“Nos dijeron que teníamos libertad creativa”, comenta Coke Ferreiro, fundador de boolab. “¡Y van y lo cumplen! Ni siquiera querían ver los guiones antes del rodaje. Pero insistimos por prudencia y no tocaron una sola coma. Todo era rodar por rodar y sentir el placer del cine”.
“En uno de los primeros pasos internos de los cortos, Lorenzo Fluxà [fundador de la compañía] entró justo en una escena en la que aparecen drogas en una fiesta. Me puse verde y él no hizo ni el más mínimo gesto”, enfatiza Ferreiro.