La exposición, comisariada por la directora del Bill Viola Studio, Kira Perov, ofrece un amplio recorrido por la trayectoria del artista, cuya obra ha evolucionado en paralelo con el desarrollo de la tecnología del vídeo.
La muestra abarca obras de los setenta como The Reflecting Pool (1977-1979), en las que Viola explora, usando su propio cuerpo, las posibilidades que puede ofrecer la imagen electrónica, hasta la actualidad con obras de la serie Mártires (2014) donde incorpora la tecnología más puntera realizando producciones muy complejas con actores y sofisticados efectos de cámara.
El uso de técnicas como el slow motion o cámara lenta y el montaje en bucle permiten al espectador ver en detalle la acción y la expresión de las emociones en las caras de sus actores, revelando así su mundo interior.
Vida y muerte, tiempo y agua y espiritualidad
La obra de Viola se caracteriza por estar llena de símbolos y referencias que se repiten de forma continuada y que él usa para expresar conceptos universales como la muerte, la vida, la espiritualidad, el paso del tiempo, el espacio o la soledad recorren su obra y van evolucionando con ella.
En sus primeras obras, Viola deja constancia de su interés por la noción del tiempo, ejemplo de ello son The Reflecting Pool, donde experimenta con la desintegración de la figura lanzándose en una piscina en un bosque y donde “el tiempo se extiende y queda suspendido por una serie de acciones que se ven solo en el reflejo del agua” o Incrementation (1996), un autorretrato que va contando cada una de sus respiraciones, donde el artista se enfrenta a su propia mortalidad. También se aprecia esa fascinación por el tiempo en la escultura Heaven and Earth (1992), donde confronta, a través de un rostro de una anciana y un recién nacido, las etapas de la vida y la muerte.
El agua es otro de los elementos recurrentes en su obra como representación de pureza, serenidad, calma, redención o paz. En Ablutions (2015), Viola muestra un primer plano ralentizado un hombre y una mujer lavándose las manos en un acto purificador y en Self Portrait, Submerged (2013) el artista yaciendo en un río con los ojos cerrados, donde el agua se muestra como elemento esencial de vida, de cambio, del paso del tiempo en su continuo fluir, expresando a su vez el devenir, el nacimiento o el reflejo.
La inspiración en el arte del pasado, y especialmente del Renacimiento y la Baja Edad Media, así como las influencias de tradiciones espirituales como el budismo zen, el sufismo islámico o el misticismo cristiano se recogen también en las videoinstalaciones de Viola. Desde la alusión a los retablos eclesiásticos en Catherine’s room (2001), donde representa cinco momentos íntimos de una mujer realizando actividades cotidianas durante una jornada hasta las cuatro obras de la serie “Mártires”, derivadas del encargo realizado para la catedral de Saint Paul de Londres en 2014, en la que muestra a través de cuatro pantallas la lucha con los elementos tierra, aire, fuego y agua ante la aceptación final de la muerte. Los cuatro martirios que simbolizan conceptos como la acción, la fortaleza, la perseverancia, la resistencia y el sacrifico.
La muestra abarca obras de los setenta como The Reflecting Pool (1977-1979), en las que Viola explora, usando su propio cuerpo, las posibilidades que puede ofrecer la imagen electrónica, hasta la actualidad con obras de la serie Mártires (2014) donde incorpora la tecnología más puntera realizando producciones muy complejas con actores y sofisticados efectos de cámara.
El uso de técnicas como el slow motion o cámara lenta y el montaje en bucle permiten al espectador ver en detalle la acción y la expresión de las emociones en las caras de sus actores, revelando así su mundo interior.
Vida y muerte, tiempo y agua y espiritualidad
La obra de Viola se caracteriza por estar llena de símbolos y referencias que se repiten de forma continuada y que él usa para expresar conceptos universales como la muerte, la vida, la espiritualidad, el paso del tiempo, el espacio o la soledad recorren su obra y van evolucionando con ella.
En sus primeras obras, Viola deja constancia de su interés por la noción del tiempo, ejemplo de ello son The Reflecting Pool, donde experimenta con la desintegración de la figura lanzándose en una piscina en un bosque y donde “el tiempo se extiende y queda suspendido por una serie de acciones que se ven solo en el reflejo del agua” o Incrementation (1996), un autorretrato que va contando cada una de sus respiraciones, donde el artista se enfrenta a su propia mortalidad. También se aprecia esa fascinación por el tiempo en la escultura Heaven and Earth (1992), donde confronta, a través de un rostro de una anciana y un recién nacido, las etapas de la vida y la muerte.
El agua es otro de los elementos recurrentes en su obra como representación de pureza, serenidad, calma, redención o paz. En Ablutions (2015), Viola muestra un primer plano ralentizado un hombre y una mujer lavándose las manos en un acto purificador y en Self Portrait, Submerged (2013) el artista yaciendo en un río con los ojos cerrados, donde el agua se muestra como elemento esencial de vida, de cambio, del paso del tiempo en su continuo fluir, expresando a su vez el devenir, el nacimiento o el reflejo.
La inspiración en el arte del pasado, y especialmente del Renacimiento y la Baja Edad Media, así como las influencias de tradiciones espirituales como el budismo zen, el sufismo islámico o el misticismo cristiano se recogen también en las videoinstalaciones de Viola. Desde la alusión a los retablos eclesiásticos en Catherine’s room (2001), donde representa cinco momentos íntimos de una mujer realizando actividades cotidianas durante una jornada hasta las cuatro obras de la serie “Mártires”, derivadas del encargo realizado para la catedral de Saint Paul de Londres en 2014, en la que muestra a través de cuatro pantallas la lucha con los elementos tierra, aire, fuego y agua ante la aceptación final de la muerte. Los cuatro martirios que simbolizan conceptos como la acción, la fortaleza, la perseverancia, la resistencia y el sacrifico.