El jurado ha acordado por unanimidad conceder el Premio Iberoamericano a Fruto Vivas (Venezuela, 1928) por “su consecuente trayectoria de más de 60 años en el oficio de la arquitectura, tanto a nivel proyectual como docente; dejando un sólido legado en la investigación de temas referentes a la innovación y la sustentabilidad en la construcción, tanto en el ámbito público como en el privado”. Conocido por el pabellón de Venezuela en la Exposición Universal de Hannover 2000, la iglesia de la Concordia o el Club Táchira, Vivas orientó buena parte de su trayectoria a la investigación de la vivienda popular con biomateriales, hierro y arcilla y al proyecto Árboles para vivir, una serie de edificios bioclimáticos.
“La arquitectura del siglo XX ha sido relatada, sobre todo, desde la perspectiva europea y norteamericana. Sin embargo cuando la modernidad surgió en Latinoamérica, en un contexto social y una geografía radicalmente diferentes, se reinventó en una arquitectura genuinamente moderna, extraordinariamente rica y prolífica y, al tiempo, más plural de lo que lo que fue en sus orígenes noroccidentales. Durante unas décadas deslumbrantes de la posguerra la arquitectura del siglo XX edificó gran parte de sus ideas y espacios más memorables en Latinoamérica. Entre estas arquitecturas imprescindibles, visionarias, socialmente comprometidas y vinculadas íntimamente a sus lugares y culturas se encuentra la arquitectura de Fruto Vivas”, explica el jurado.
El Premio Iberoamericano supone un reconocimiento a aquellos arquitectos, entidades o colectivos que han desempeñado una labor ejemplar en el campo de la arquitectura y el urbanismo desde el punto de vista estético, funcional, social, técnico, económico o medioambiental. Otros profesionales galardonados en ediciones anteriores son, entre otros: Juan Navarro Baldeweg (España), Oscar Niemeyer (Brasil), Álvaro Siza Vieira (Portugal), Ricardo Legorreta (México) o Germán Samper Gnecco (Colombia).