La envolvente se combina con la apariencia masiva del edificio que se va diluyendo en su aproximación desde la calle. Utilizando un efecto fotográfico en una imagen identitaria para la ciudad, que pueda ser reconocido desde la memoria y las percepciones visuales diarias de sus habitantes: El Castillo de Burguillos del Cerro.
Ubicado en una colina rocosa que se divisa desde cualquier punto de la ciudad, el castillo es la fotografía escogida para pasar un proceso de pixelado por ordenador y causar un efecto de pertenencia en los ciudadanos. Imagen visual que se percibe con luz natural de día y se retrilumina de noche, convirtiéndose en otro punto de referencia nocturna para la ciudad.
Descripción del proyecto por Angas Kipa y José Algeciras Rodríguez
El Ayuntamiento deseaba restaurar un antiguo almacén industrial, ubicado en la calle Juventud, convirtiéndolo en un espacio multifuncional para celebrar el carnaval, una tradición muy importante en la ciudad que tiene lugar una vez al año. De esta manera, el edificio también podría ser utilizado para otros eventos culturales el resto del año, desde reuniones públicas hasta obras de teatro. El edificio existente es de forma rectangular, con una estructura metálica de vigas apoyadas en pilares; Un espacio mal iluminado donde la característica más importante es la ausencia de obstáculos en el área interior. Su entorno carece de cualquier tipo de identidad. La única referencia es el castillo, que se destaca en el horizonte.
El pabellón no debe entenderse como un elemento aislado, sino a través del entorno. En lugar de endulzar o negar su entorno, lo enfrenta, mejorando su valor y revitalizándolo. Un estallido de vida, un grito de atención para establecer una nueva identidad, la doble piel de chapa perforada cubre el edificio, tanto por dentro como por fuera, dándole un traje nuevo, una cubierta separada de los "huesos" del edificio, dejando las estructuras e instalaciones a la vista.
Hacia el exterior, el pabellón parece cerrado, imposible de distinguir el espacio interior, y busca una característica reconocible que le otorgue identidad y carácter, un nuevo símbolo contemporáneo para la ciudad, al usar una imagen popular para todos los habitantes: el Castillo. Una máscara de chapa metálica perforada, cubierta con una imagen en píxeles del Castillo, cubre toda la fachada, a la vez que se convierte en un "faro" nocturno, retroiluminado para mostrar los eventos culturales que tienen lugar en el interior.