Era un mundo bastante más cerrado que el actual, hasta entonces tan solo algunos pocos elegidos se relacionaban con los grandes medios de difusión de aquel momento. Lo he contado muchas veces, nosotros también surgimos en aquel momento de cambio necesario en el que las formas de contar la arquitectura necesitaban cambiar y refrescar el modo de difundir la arquitectura.
Miguel de Guzmán fue unos de esos fotógrafos que comenzó su trabajo en un tiempo de charnela, combinando el instrumental analógico y digital, una combinación a la que los "puristas" del momento (todos los tiempos y actividades humanas tienen sus propios puristas) anclados en el virtuoso conocimiento de la técnica se resistían a introducir cambios. Las posibilidades tecnológicas en realidad aceleraron la posibilidad de realizar tomas y esto se tradujo en la posibilidad de contar la arquitectura de manera diferente. El tiempo invertido para conseguir encuadre, luz, composición... se transforma. El realizar una fotografía pasa de ser un acto extremadamente caro, hipotecado en muchos casos por el caro material que se utiliza, a centrarse en el proceso de lo que se fotografía.
La posibilidad de realizar tomas casi infinitas abre un nuevo espectro de posibilidades. El diálogo casi mudo entre el fotógrafo y lo que vé se democratiza, se convierte en un espacio de mutua interacción, donde el fotógrafo puede crear narraciones implementadas a la arquitectura. Los estándares de calidad demandados para fotografíar arquitectura se mantienen con mayor facilidad y esto permite dedicar más tiempo a la generación de nuevas formas de expresión.
Lo que caracteriza la fotografía de Miguel de Guzmán sin lugar a dudas no es su conocimiento de la técnica (que lo tiene sobradamente) o su nuevo uso de piezas tecnológicas (que las inserta con gran destreza en su trabajo), lo que singulariza su trabajo es la capacidad por contar historias que nos hacen percibir el espacio, la arquitectura y el paisaje de manera radicalmente diferente. Sus imágenes fijas o en movimiento (uno de los aspectos singulares de su trabajo), nos permiten ver el trabajo del arquitecto y además nos permiten imaginar o ver nuevas realidades a veces ni siquiera soñadas por el arquitecto.
Lo mejor de estas visiones es que Guzmán las convierte en parte del discurso del arquitecto, al contrario de lo que hacen otros fotógrafos que aprovechando los encargos realizan experimentos para desarrollar otras facetas en su forma de expresarse con la imagen. Miguel de Guzmán sueña nuevas historias y es esto lo que en gran medida buscan sus clientes, la narración de la arquitectura con personas. Ese aspecto ontológico en la creación de un lugar me parece fundamental.
Sus imágenes se convierten en memoria porque consiguen que los espectadores se involucren en sus visiones y vean los espacios de esa arquitectura como lugares, espacios donde los individuos interactuan con otros individuos o con el espacio mismo. Consigue introducir tiempo, movimiento y memoria en las imágenes que nos presenta. Nos hace pensar algo que he comentado muchas veces, que los lugares son más importantes que los espacios.
Sus imágenes, en movimiento o fijas, son el soporte de su trabajo, un trabajo que no solo traduce en imagen una realidad sino que va mucho más allá. No nos muestran un debate sino que incitan a reflexionar sobre cómo ver, usar, pensar y construir arquitectura. Es en este sentido un tiempo diferente para pensar arquitectura y para contarla.
Texto por.- José Juan Barba. Dr. Arquitecto.