Tras la imposibilidad de seguir creciendo con la misma intensidad, el proceso de reflexión sobre cómo actuar en lo construido parecía inevitable. El Congreso, Campus Internacional de Ulzama, fue organizado por la Fundación Arquitectura y Sociedad, fue dirigido por José Manuel Pozo y articulado por el arquitecto navarro Francisco Mangado, como maestro de ceremonias y arquitecto autor del centro hípico.
Durante tres días, diferentes arquitectos procedentes de Estados Unidos, Suiza, Alemania, España, Italia, Portugal, Grecia, Argentina y Chile, participamos en este intenso congreso internacional de arquitectura donde se generó un debate que fue refrescante, intenso, polémico y con posiciones encontradas.
Tras las diferentes presentaciones de arquitectos “junior” y las algo más extensas de los arquitectos “senior” se producían una serie de debates que fueron profundizando en el tema planteado por el Congreso. Tras una primera exposición de posicionamientos, en los que el tema de la crisis fue un argumento latente, los diferentes interlocutores discutieron sobre la necesidad de seguir diseñando nuevos espacios o reutilizar, y en qué medida se debía actuar sobre los existentes. En este debate, centrado en la idea de espacio, propuse dar un giro de 180 grados al sugerir la necesidad de no seguir pensando en la creación o construcción de espacios por ser más importante la creación de lugares, en el sentido ontológico planteado por Yi Fu Tuan. Hay que centrar la arquitectura en su relación con los individuos o como Seán Harrington planteó, más participativa con los ciudadanos, o como Anna Bach comentó más atenta a los intereses de la gente.
El debate en los dos días siguientes siguió una deriva más ortodoxa centrada en la idea de espacio. La crisis, esta vez ambiental, se convirtió en el motor de las discusiones. La discusión se centró en los procesos de decrecimiento de población, que países como Alemania ya están sufriendo, con descensos notables en los próximos años. Wilfried Wang planteó los datos de los insostenibles crecimientos del mundo occidental, centrándose en el caso germano, con un posicionamiento claramente focalizado en la preocupación por este proceso de deterioro medioambiental, planteó la cuestión de no seguir creando arquitectura como algo básicamente necesario en la arquitectura que está por venir. Frente a este posicionamiento la discusión entró en el debate de qué se debe conservar y cómo se debe conservar, donde Inès Lamunière o Bernard Khoury desde posturas más independientes se plantearon ¿cuáles son los parámetros para conservar? ¿qué se debe conservar? y ¿quién debe decidir qué se conservar?
Desde los que plantean un proceso de mayor intervención sobre lo existente y una menor protección sobre esas arquitecturas, otros remarcaban la necesidad de tener en cuenta que no todos los parámetros de mantenimiento deben ser tan solo económicos, (como se ha planteado de manera sistemáticamente en los últimos años), que es necesario e igualmente importante que también se tengan en cuenta parámetros culturales, de identidad y memoria de los ciudadanos.
Ante este planteamiento se presentaron otros, que dudaban de la memoria de los ciudadanos, argumentando su fragilidad con un discurso que Sofia Krimizi no dudo en calificar de argumentos cínicos.
La diversidad de planteamientos tuvo como principal acierto centrar el debate en el origen de nuestra necesidad de construir, y como principal desacierto el no detectar que las diferentes escalas de acción, en especial en las ciudades, exigen respuestas no recetarias; que no es lo mismo las intervenciones en ciudades pequeñas y congeladas, que en ciudades en proceso de crecimiento intenso y acelerado. Un crecimiento que debe reflexionar sobre la sostenibilidad y consumo de recursos que la arquitectura, como una de las principales actividades en nuestro planeta, supone en el desarrollo global.
El principal resultado del Congreso ha sido un debate que todos los participantes nos hemos llevado a nuestros lugares de trabajo, con un cúmulo de dudas sobre nuestras propias certezas y la constatación de una situación igual en los otros, con un conocimiento compartido más claro y también más incierto, así como la experiencia de conocer a gente que se sigue apasionando por la arquitectura, esto siempre es lo mejor. Ha sido un encuentro que sigue siendo tan interesante, necesario y refrescante como el primer día.
El Campus ha contado con Llàtzer Moix, como relator, y con la participación de doctorandos como Ariadna Perich, Kai Nikkolaus Grüne, Antonio Cidoncha, María Luisa de Miguel, Kai Nikkolaus Grüne, Alberto Pireddu y Jon Polo, que junto con jóvenes arquitectos (junior) Eugeni y Anna Bach, Ricardo Carvalho, Lorena del Río, Juanma Filice, Seán Harrington, Sofia Krimizi y Ariadna Perich, los arquitectos (senior) Camilo Botticini, Johan Celsing, Pedro Falcao, Bernard Khoury, Inès Lamunière, Andrea L. Simitch, Wilfried Wang y Val K. Warke, y arquitectos invitados Bak Gordon, José Juan Barba, Pola Mora, Gerardo García-Ventosa, han expuesto sus trabajos y debatido durante tres largas jornadas.