Como resultado, una serie de edificios levantados todos ellos en hormigón "in situ" y coronados con una misma cubierta cosida con sus famosas vigas hueso.
El principal condicionante con el que Fisac lidió en este caso fue con el cambio de normativas dadas en el Concilio Vaticano II sobre el arte religioso y la transformación que se producía en la celebración de la eucaristía: se pedía la celebración de actos comunitarios y la participación activa de los fieles. Las misas ya no eran en latín ni de espaldas a los asistentes.
Esto cambia por completo la relación de espacios dentro de la iglesia:
La nueva situación transforma la relación entre los fieles y el cura, y su disposición en la iglesia. A esta necesidad es a la que responde la peculiar forma de su planta, ovalada, abrazando el "corro" en el que van a organizarse los fieles con respecto al altar. Además, se presta especial atención en que no se reúnen en torno a un punto concreto (un único foco fijo), sino en torno al camino configurado por el eje Sagrario-Mesa-Ambón.
En este proyecto Fisac cuenta con las colaboraciones de el escultor José Luis Sánchez y el pintor Agustín Úbeda:
La obra del escultor, pensada para las tres concavidades cabecera de la iglesia se realizaron en cemento metalizado, consiguiendo un aspecto muy similar al del hormigón, quedando en armonía con el templo. Sin embargo el pintor en la realización de sus dos vidrieras (ocupando del Sagrario y el Bapisterio) se recrea en la multitud de colores y las formas abstractas, contrastando así con la monocromía del resto de la iglesia.