El palacio Cibeles es un edificio que sigue la línea de lo cursi, según Pedro Pitarch, resultado de un concurso ganado por Palacios y Otamendi en 1904. Es el perfecto escenario para acoger una exposición de estas características, gracias al interior del palacio que nos recuerda la Secessionsstil / Secesión vienesa.
La exposición acoge más de 100 elementos decorativos, entre ellos nos encontramos mobiliario, publicaciones, fotografías, obras de arte, comics, carteles publicitarios... todo para acercar a los usuarios a este movimiento cursi.
«Elogio de lo cursi» por Pedro Pitarch. Fotografía por espacio.photo.
Descripción del proyecto por Pedro Pitarch
¿Cómo diseñar un espacio expositivo para albergar una historiografía de un género tan complejo de explicar, pero a la vez tan cercano?
¿Cómo afrontar el concepto de «lo cursi» desde lo arquitectónico?
El proyecto para el diseño espacial de la exposición «Elogio de lo Cursi» surge de la reflexión en torno a un término tan difícilmente traducible a otros idiomas como perfectamente reconocible.
Sergio Rubira, comisario de la exposición, nos introduce «lo cursi» mediante la definición del Diccionario de la RAE:
«1. adj. Dicho de una persona: Que pretende ser elegante y refinada sin conseguirlo. U. t. c. s. / 2. adj. Dicho de una cosa: Que, con apariencia de elegancia o delicadeza, es pretenciosa y de mal gusto». Parece entonces que lo cursi se caracteriza, como señalaba el personaje del marqués en la comedia «Lo cursi» de Jacinto Benavente, por ser lo contrario de aquello que se pretende ser.
«Elogio de lo cursi» por Pedro Pitarch. Fotografía por espacio.photo.
Ante la aparente inmediatez de afrontar el diseño de la expo desde una estética deliberadamente cursi, hemos decidido hacer precisamente lo contrario: evitar una estética reconociblemente cursi, trabajando con «lo cursi» desde un punto de vista puramente conceptual.
Si lo cursi pretende ser sin llegar a ser. Si lo cursi ansía ser elegante y refinado pero desemboca en el ridículo. Entonces la exposición debería ser precisamente eso: Una pretensión deliberada de la elegancia y lo refinado hasta un punto que llegase a ser ridícula. Casi una sátira del buen estilo.
Pero, ¿qué podría ser considerado universalmente como el súmmum de lo elegante y refinado en la arquitectura y el diseño? Asumiendo una actitud casi sarcástica que el diseño merecía, la respuesta nos conducía irónicamente a Mies van der Rohe, a su materialidad y a su composición espacial.
Desde esa ironía, el proyecto toma el patrón del mármol del Pabellón Barcelona, así como la modulación de los dos monolitos interiores de la Neue Nationalgalerie de Berlín, para recrear dos prismas simétricos en ambas alas del Palacio Cibeles, lugar de la exposición.
«Elogio de lo cursi» por Pedro Pitarch. Fotografía por espacio.photo.
El espacio expositivo se distribuye en tres elementos:
- Los dos grandes prismas de mármol que articulan las dos áreas expositivas. Organizando las piezas del siglo XIX y las del XX en dos zonas que evitan un recorrido lineal para proponer una deriva.
- Dos dobles nichos de cortinaje, diseñados con una estructura de perfiles de acero tubular inspirados en la estructura de la silla Weissenhof y los diseños de Lilly Reich. Lacados en gris antracita y que suspenden unas cortinas que lejos de materializarse con el terciopelo granate de Mies/Reich se materializan en una tela de raso vulgar.
- Un salón cursi. Una escenografía con una estética deliberadamente cursi que transforma el foyer de centrocentro en un espacio domestico. Para el se ha producido una alfombra de peluche de 7m de diámetro en azul celeste.
«Elogio de lo cursi» por Pedro Pitarch. Fotografía por espacio.photo.
En paralelo, la relación con el edificio del Palacio Cibeles era inevitable: el edificio es absolutamente cursi. Resultado de un concurso ganado por Palacios y Otamendi en 1904, el edificio se desarrolla entre la necesidad de contentar al público de la época con una estética exterior neoplateresca y la ambición interior de acercarse a la Secessionsstil vienés con su estructura, sus pasarelas transparentes y el «abotonado» de su placado.
Es irónico que el estilo de la secesión vienesa sea antecedente de un movimiento moderno en que se encuadra Mies, que, con esta exposición, se cuela en modo fake en el edificio original. Como una escenografía que pretende monumentalizarse innecesariamente en base a esa actitud pretenciosa propia de lo cursi.
Al final la exposición no es mas que eso: un pretensión deliberada que llega a ser casi ridícula.
Mármol que en realidad es wallpaper. Terciopelo que se torna raso. Una monumentalidad de cartón piedra.