La distribución de las viviendas se proyecta a partir del muro central, en el interior de las residencias se comunica la cocina-comedor con la cocina gracias a dos huecos en el muro central del edificio. Se conecta a su vez el patio interior con las vistas al exterior, consiguiendo una gran luminosidad en el piso y un ahorro energético.
Se encuentra una solución energética que consigue que el edificio funcione de manera similar a la original. Se aísla la cubierta y se incorpora carpinterías y vidrios que aíslan térmicamente y acústicamente al exterior, una calle con gran movimiento.
La carbonería por Ángel Borrego Cubero. Fotografía por Simona Rota.
Descripción del proyecto por Ángel Borrego Cubero
La rehabilitación de La Carbonería debe su forma a varias historias entrecruzadas a lo largo de un siglo y medio, desde el impacto que tuvieron los virulentos debates alrededor del nacimiento del Ensanche, concebido por Cerdà, en la adopción de la inusual geometría del edificio por su promotor hasta la desaparición de su escalera original a raíz de su desalojo en 2014, y la llegada de una nueva propiedad dos años más tarde.
«Existe una riqueza material y energética incrustada en las historias del lugar que debemos incorporar a nuestros diseños para que estos sean realmente sostenibles»
Ángel Borrego Cubero.
La Carbonería, conocida también como la Casa Tarragó, es un modesto edificio de viviendas de la década de 1860, que ganó notoriedad entre 2004 y 2008, cuando fue ocupado y, en su fachada, se realizaron dos grandes intervenciones de arte urbano. Su evacuación forzada en 2014 fue noticia y el edificio se transformó en icono gráfico y político de Barcelona. Cuando la nueva propiedad del edificio nos propuso el encargo de rehabilitar La Carboneria, surgieron muchas dudas ante un proyecto potencialmente tan problemático. Sin embargo, el edificio guardaba una sorpresa mucho mayor.
En 2015, el Ayuntamiento lo había declarado patrimonio protegido al ser el edificio más antiguo en pie del Eixample, el innovador plan urbanístico concebido por Ildefons Cerdà para ampliar la Barcelona del siglo XIX más allá de sus obsoletas murallas medievales. Durante su definición hubo acaloradas discusiones entre Cerdà y el Ayuntamiento de Barcelona: el primero había proyectado un ensanche racional y socialmente progresista, aprobado por el Ministerio de Fomento, mientras que el segundo había intentado llevar a cabo una ampliación urbana de diseño más simbólico, con grandes avenidas y simetrías para la futura capital de Cataluña. El plan del Ayuntamiento de Barcelona fracasó, pero la polémica se trasladó a aquellas zonas donde hubiese sido posible ubicar avenidas al estilo Antiguo Régimen.
La carbonería por Ángel Borrego Cubero. Fotografía por Simona Rota.
Este prolongado enfrentamiento acabó afectando a Narcís Tarragó, promotor original de La Carboneria, ya que la parcela de su futuro edificio se veía afectada por la propuesta de un gran bulevar, al estilo de los Campos Elíseos de París, coincidente con el antiguo Camino de Ronda, y que Cerdà rechazaba. El diseño original del edificio refleja su incertidumbre: el Sr. Tarragó decidió colocar fachadas en todas las orientaciones del edificio… ¡por si acaso! Por supuesto, la fachada del patio quedó completamente oculta al quedar descartado el gran bulevar en favor de la más modesta Ronda de Sant Antoni.
Para cumplir con las condiciones de protección patrimonial, la fachada del patio debía ser devuelta a su estado original; y sus grandes ventanales, recuperados. Estos huecos fueron pensados por el promotor en 1864 para enfrentar al Camino de Ronda y a un posible Boulevard mucho más amplio que la actual Ronda de Sant Antoni, deseado por el Ayuntamiento, pero rechazado por Cerdà. Ahora, sin embargo, mirarían inquisitivos a dos medianeras ciegas.
El proyecto de rehabilitación recupera estas historias y traslada el desaparecido núcleo de comunicaciones fuera del edificio, saltando por encima del antiguo Camino de Ronda mediante unas pasarelas que hacen visible esta fachada interior y la integran en la vida cotidiana del edificio. Las pasarelas, el núcleo y la nueva medianera metálica generan un espacio comunitario tridimensional, un movimiento de personas y efectos que, de alguna manera, simulan la experiencia y la visión cambiante del bulevar que nunca llegó a hacerse.
«Las fachadas de este pequeño pero prodigioso edificio representan distintas ideas de ciudad, de política y de las relaciones de Cataluña con el resto de España durante los últimos 150 años. La historia del edificio ha sido el mayor recurso del proyecto, tan relevante como la precisión en su balance energético o material.»
Ángel Borrego Cubero
Las pasarelas, saltando por encima del antiguo Camino de Ronda, acercan y hacen visible esta fachada oculta que pasa a formar parte de la vida de los vecinos, y a ser visible para cada visita. Los técnicos municipales apoyaron la idea, a pesar de ser formal y normativamente poco ortodoxa (la normativa de protección del patrimonio exigía la restauración de las fachadas a su estado original, algo que las pasarelas, en esencia, modifican) porque de lo contrario, la fachada hubiese continuado oculta a la vida cotidiana y, con ella, quedaba invisible una representación de los hechos que dieron lugar a la Barcelona moderna.
La carbonería por Ángel Borrego Cubero. Fotografía por Simona Rota.
Detalles del proyecto
El edificio parece dado la vuelta. Tiene su fachada más llamativa escondida en un patio interior y, para hacerla accesible, su núcleo de comunicaciones se ha trasladado afuera. El diseño estructural del núcleo de comunicaciones, de las pasarelas y de la medianera busca alimentarse de esta situación. Las pasarelas quebradas se sujetan sin puntales o tirantes (esto es, sin una componente vertical), sino mediante un cruce de vigas en planta bajo dichas pasarelas, consiguiendo un funcionamiento estructural que no es evidente a simple vista, pero que permite más libertad de trazado en un espacio tan reducido y una apariencia más aérea para los caminos que llegan a la puerta de cada vivienda. La estructura de la medianera, elevada hasta un 7º piso, permite el paso a su través, en planta baja desde el vestíbulo hasta el ascensor y escalera, y en la última planta para llegar a cubierta. Es, además, soporte para jardineras y su riego, la pre-instalación fotovoltaica y una serie de espejos que dirigen la luz del sol a la parte baja del patio en los meses de invierno.
La rehabilitación mantiene la mayor parte de las preexistencias y pretende recuperar la diversidad de capas que han definido su carácter hasta la actualidad. Se mantuvo la estructura original del edificio todo lo posible. Sólo se sustituyeron los forjados de la cubierta catalana por estar en malas condiciones. El resto de forjados, muros y cimentación se reforzaron en la medida de sus solicitaciones, para acomodarlos a las exigencias actuales. Estos trabajos de refuerzo fueron obligatorios, pero una vez realizados, el sobrante de cargas útiles disponibles se utilizaron para hacer visitable la cubierta y situar una piscina colectiva de 1m de profundidad sobre el muro.
La carbonería por Ángel Borrego Cubero. Fotografía por Simona Rota.
La distribución de las viviendas enfatiza el muro central, asociándose espacios de almacenaje e instalaciones a su trazado para reforzarlo visualmente. El espacio entre este sólido y los ventanales del patio se reserva para la cocina-comedor, comunicada con el salón gracias a dos huecos en el muro central, que, a su vez, conectan visualmente el patio interior con la calle, chaflán y trazado de Cerdà. Otras ventajas de este solución son una ventilación cruzada eficaz y una iluminación natural que aprovecha todo el recorrido solar, contribuyendo así al ahorro energético desde soluciones pasivas. Junto al uso de materiales originales, transpirables y otros acabados relativamente naturales, como la madera de pino a la cera y aceite, se consigue un espacio generoso y con poco impacto de sustancias volátiles.
Las instalaciones se concentran en el castillete de cubierta, que tiene una posición similar al original. Todas las salidas de ventilación y máquinas se hicieron coincidir con este volumen. El diseño de la cubierta intenta integrar volúmenes y materiales con los del contexto y la poca jardinería de cubierta se plantea como un reflejo de la existente en la colina de Montjuic, a la que mira la piscina.
Se realizaron exhaustivos estudios energéticos, con simulaciones completas del edificio, hasta encontrar una solución energética satisfactoria que permitía al edificio funcionar de manera similar a la original, una decisión que, en la visión del arquitecto, tiene valor didáctico para el sector de la edificación. Aislando la cubierta junto a la incorporación de carpinterías y vidrios pensados para aislar térmica y sobre todo acústicamente de la ajetreada calle Urgell, se obtuvo una clasificación energética excelente (B, que implicaba, en este caso, un consumo medio inferior al 60% de la media) sin necesidad de añadir aislamiento a las fachadas exteriores, opción que hubiese dañado el exterior del edificio, hubiese restado espacio al interior y hubiese creado otros problemas propios de las soluciones multicapa más adecuadas para climas extremos.
La carbonería por Ángel Borrego Cubero. Fotografía por Simona Rota.
Por normativa, la fachada debía recuperar su estado original. Materialmente hubiese sido también imposible mantener el mural existente por el deterioro del estuco de base bajo los ventanales, que se estaba desprendiendo. Por otra parte, parecía muy dudosa su reutilización como fachada pública de un edificio reformado, algo posiblemente contrario a la intención original de sus autores. Se hicieron esfuerzos por y se consiguió mantener la tradicional tienda de muebles del Sr. Garriga en los bajos de la finca.