Bautizado como Oficina Bosque / Forest Office, el pequeño espacio de trabajo proyectado por Tomoaki Uno fue encargado por un cliente, sin requisitos específicos, que simplemente solicitó que se creara «algo interesante» dentro de su espacio de oficina.
La oficina se ha reducido a sus paredes de hormigón desnudo. Se ha colocado un pequeño mueble de cocina a un lado de la entrada y un cubículo de aseo en el otro. La mitad de la espaciosa oficina, que se encuentra en la planta baja del edificio, contiene un escritorio solitario y una silla para Kazunori Ota, un joven empresario que tiene un negocio de importación de ropa. Ota trabaja solo.
Usando el concepto de hileras de árboles grandes, Uno decidió comenzar simplemente quitando la corteza de los troncos y colocarlos en una cuadrícula regular. Sin embargo, dado que los troncos de los árboles no tenían la misma forma, era imposible colocarlos de forma cartesiana, e incluso, uno de los troncos no encajaba en el lugar previsto y estaba ligeramente desalineado. La cuadrícula cambió a un organización no pensada.
«No pudimos encajar ese, pero no quería desperdiciarlo, así que encontramos un lugar al azar entre los demás», comenta Uno. Su ubicación hace que la sala se sienta más como un bosque real, en lugar de lo que es: un espacio de oficina proyectado por un arquitecto.
Oficina de la Asociación de Artes Meito por Tomoaki Uno Architects. Fotografía por Edmund Sumner.
Oficina de la Asociación de Artes Meito por Tomoaki Uno Architects. Fotografía por Edmund Sumner.
Cada tronco de árbol se adquirió en un depósito de madera en Yoshino, una región montañosa al sur de Nara por 80.000 yenes, aproximadamente 529 euros cada uno, y se levantó en posición vertical con poleas y cuerdas. El suelo irregular y su rugosidad recuerdan la irregularidad de la naturaleza. La naturaleza viva aparece también en el sonido que producen los troncos crudos de los árboles, al secarse. "No estaba preparado para el fuerte crujido que salía de estos troncos de árboles cuando me mudé a la oficina por primera vez", recuerda Ota. Sin embargo, el crujido de la madera nueva se escuchaba con frecuencia en las casas tradicionales Minka como si estuvieran vivas.
Tomoaki Uno es hijo de un yesero y creció rodeado de artesanos, aprendiendo a trabajar de manera intuitiva: «Los artesanos realmente no pueden esconderse detrás de su trabajo. El resultado final te dirá todo lo que necesitas saber sobre ellos». Es reacio a los discursos teóricos. Nunca realiza maquetas ni tampoco visualizaciones como inicio de su trabajo, así que la pregunta es obvia, ¿cómo comunica sus ideas a sus clientes? su respuesta solo es posible desde una cultura como la japonesa, «Les prometo a todos mis clientes que iré personalmente si algo no funciona y lo arreglaré».
La oficina se ha reducido a sus paredes de hormigón desnudo. Se ha colocado un pequeño mueble de cocina a un lado de la entrada y un cubículo de aseo en el otro. La mitad de la espaciosa oficina, que se encuentra en la planta baja del edificio, contiene un escritorio solitario y una silla para Kazunori Ota, un joven empresario que tiene un negocio de importación de ropa. Ota trabaja solo.
Usando el concepto de hileras de árboles grandes, Uno decidió comenzar simplemente quitando la corteza de los troncos y colocarlos en una cuadrícula regular. Sin embargo, dado que los troncos de los árboles no tenían la misma forma, era imposible colocarlos de forma cartesiana, e incluso, uno de los troncos no encajaba en el lugar previsto y estaba ligeramente desalineado. La cuadrícula cambió a un organización no pensada.
«No pudimos encajar ese, pero no quería desperdiciarlo, así que encontramos un lugar al azar entre los demás», comenta Uno. Su ubicación hace que la sala se sienta más como un bosque real, en lugar de lo que es: un espacio de oficina proyectado por un arquitecto.
Oficina de la Asociación de Artes Meito por Tomoaki Uno Architects. Fotografía por Edmund Sumner.
Oficina de la Asociación de Artes Meito por Tomoaki Uno Architects. Fotografía por Edmund Sumner.
Cada tronco de árbol se adquirió en un depósito de madera en Yoshino, una región montañosa al sur de Nara por 80.000 yenes, aproximadamente 529 euros cada uno, y se levantó en posición vertical con poleas y cuerdas. El suelo irregular y su rugosidad recuerdan la irregularidad de la naturaleza. La naturaleza viva aparece también en el sonido que producen los troncos crudos de los árboles, al secarse. "No estaba preparado para el fuerte crujido que salía de estos troncos de árboles cuando me mudé a la oficina por primera vez", recuerda Ota. Sin embargo, el crujido de la madera nueva se escuchaba con frecuencia en las casas tradicionales Minka como si estuvieran vivas.
Tomoaki Uno es hijo de un yesero y creció rodeado de artesanos, aprendiendo a trabajar de manera intuitiva: «Los artesanos realmente no pueden esconderse detrás de su trabajo. El resultado final te dirá todo lo que necesitas saber sobre ellos». Es reacio a los discursos teóricos. Nunca realiza maquetas ni tampoco visualizaciones como inicio de su trabajo, así que la pregunta es obvia, ¿cómo comunica sus ideas a sus clientes? su respuesta solo es posible desde una cultura como la japonesa, «Les prometo a todos mis clientes que iré personalmente si algo no funciona y lo arreglaré».