El estudio Vaumm, escogido en un concurso organizado por el Ayuntamiento de Pasajes para diseñar el equipamiento, propone un edificio poliédrico, con un tratamiento casi objetual que se inserte dentro del terreno. Este edificio es el encargado de aportar una entidad arquitectónica a la zona, que había quedado desnuda por el abandono de las fábricas que existían en la zona.
El carácter público del que se quiere dotar al proyecto presenta una gran relevancia en el resultado final: el frontón también es realmente un espacio polivalente, cuyas amplias dimensiones y graderío lo hacen propicio para cualquier tipo de evento que se quiera organizar en la población. Esta voluntad se hace patente también con la apertura de una plaza adyacente. De esta manera, frontón y plaza forman una simbiosis de acción pública en el que uno no puede ser entendido sin el otro.
Descripción del proyecto por Vaumm
La bahía de Pasajes, es un entorno natural privilegiado, determinado por una bocana de 300 metros de largo; un pasillo natural flanqueado por acantilados, que da entrada al puerto y protege en su interior a los navíos, configurando un puerto de refugio excepcional.
La evolución histórica de este territorio, ha constatado con el paso de los años, que su gran virtud, fue también su gran problema. En ese singular marco natural, se agolparon industrias pesadas de transformación del metal, grandes infraestructuras del transporte ferroviario, una central térmica de carbón, e innumerables industrias logísticas, transformando por completo la fisonomía y la economía de la región.
El desmantelamiento de los pabellones industriales abandonados y la descontaminación de los suelos ocupados por éstos, dejaron como resultado un terreno lunar, sin ninguna referencia del pasado, sin una topografía reconocible, y sin ningún punto de referencia significativo, más allá de sus bordes claramente delimitados por la infraestructura ferroviaria, la carretera y la Ría de Molinao.
En ese solar derivado de la “tabula rasa”, la primera intervención fue, la de configurar una nueva topografía. Aprovechando la excavación necesaria para ejecutar el frontón, se moldea una pequeña colina, que complementada con una potente masa arbolada, construye un elemento separador de este nuevo ámbito urbano, respecto de la carretera. Este elemento, se ve además apoyado por la construcción de un paseo deportivo, que transcurre por la cota alta del solar, dando continuidad al ya existente en ambos extremos del ámbito, y sirve como elemento de apoyo a una plataforma con equipamientos deportivos destinados a la tercera edad.
El ámbito intermedio del solar queda ordenado por una plaza pública ligada al frontón, rememorando la tipología urbanística clásica de los frontones vascos, en la que la plaza y el frontón forman una unidad indivisible. La plaza se configura como un espacio “libre”, capaz de albergar diversos eventos, desde conciertos a comidas populares, o la carpa de un circo en itinerancia por la comarca. El frontón mantiene también este espíritu polivalente, y cede sus medidas reglamentarias para el juego de la pelota a mano, a todo tipo de eventos culturales y sociales que puedan aprovechar el vacío de su triedro de 36 x 14 x 12 metros , abiertos a una grada con 250 espectadores.
La pieza edificada del frontón es el elemento más destacado de la intervención. Sus dimensiones obligan a un volumen amplio, que mediante su enterramiento parcial, adopta una escala más acorde con el entorno. Esta reducción de escala, se ve apoyada por el tratamiento objetual que recibe la pieza, convirtiendo la edificación en un elemento casi escultórico. Una pequeña cafetería “kiosko” y un aseo automático sirven como elementos funcionales intermedios, entre los usos del frontón y de la plaza.
La geometría facetada del edificio, obliga siempre a una lectura fragmentada del volumen escultórico de la pieza, de este modo su presencia siempre cambiante, responde a diversos puntos de vista. Esta misma lectura de planos, se amplifica por efecto de la construcción, ya que las diversas caras imponen una orientación diferente a cada lámina de zinc, dando lugar una textura que dibuja cada plano de manera singular. Estos mismos patrones de geometrías quebradas, ordenan los elementos propios de la urbanización, como barandillas o cierres, así como parterres o bancos, construyendo mediante la geometría una unidad entre los distintos elementos que configuran la obra.