Aunque el programa del encargo era sencillo, desafiaba lo tradicional con su posición en el punto de transición entre el océano y la tierra. Y Siza decidió no luchar contra el oceáno, sino crear un punto de concilio entre los enemigos, un espacio de domesticidad entre la roca y el mar abierto.
Siza se había educado bajo los ideales de la arquitectura moderna, una arquitectura que incluía arquitecturas orgánicas como las de Wright, que tuvieron un papel muy importante en la adecuación al territorio de las piscinas, mostrando un gran respeto por la fisionomía natural del terreno, los materiales vernáculos, y por ello las condiciones de contorno. Las piscinas se diseñaron sin formar parte del mundo del hombre o del acuático, situándose en la cizalladura entre ambos; un no límite.
Una piscina por definición es un elemento artificial, formada por un vaso perfectamente delimitado. La idea de límite en el proyecto se sustituye por la de umbral; la línea de división entre dos partes se cambia por la pertenencia a ambas a la vez que por la diferenciación frente a ellas. Siza no podía establecer bordes frente al océano, por lo que los vasos de las piscinas están construidos en parte con muros de hormigón que se funden con las rocas preexistentes, difuminando así su final.
Además la construcción del edificio que aloja las principales instalaciones se sitúa a una cota intermedia, ni en el paseo marítimo ni en la playa, consiguiendo que la pieza alargada de los vestuarios desaparezca y actúe como un muro de contención del paseo, con sólo su cubierta de cobre a los pies de él.
Todos los muros, a excepción de los de la cafetería, se dibujan paralelos a la carretera, integrándose en la visión del paisaje y formando parte del mismo. El acceso se hace a través de una rampa que desciende entre muros ciegos, en un progresivo y lento distanciamiento de la superficie del paseo, tras la que doblas la esquina y accedes a los vestuarios, en los que tanto la escala como los materiales (madera embreada y tiradores de acero) siguen haciendo referencia a lo orgánico, y donde el hormigón desnudo ya prepara al bañista para el paisaje rocoso. Los muros quedan anclados al terreno como si quisieran ser parte del mismo, dejando todas las instalaciones vistas, y con una gran cubierta horizontal sobrevolándolos y provocando un fantástico juego de sombras.