La lámpara de Aladino: inteligencia artificial, arquitectura e imaginación
por Cesare Battelli
No hace mucho tiempo ha aparecido en el panorama internacional un nuevo medio de experimentación artística y arquitectónica, al que se ha dado el nombre de laboratorios de Inteligencia Artificial, entre ellos Dall-e y Midjourney. La IA funciona como una especie de laboratorio online en el que en lugar de tener una lista de comandos a los que acceder como en las aplicaciones habituales, la relación la estableces hablando directamente a una máquina, pidiendole que haga lo que se te ocurra. Un poco como la lámpara de Aladino. Lo que inicialmente parece un juego simple y divertido, bastante adictivo entre otras cosas, en realidad esconde un potencial imaginativo y de hibridación como nunca antes se había visto.
Aunque estemos tratando con algoritmos en una base de datos gigantesca, hemos relegado a las máquinas del nivel más alto de la inteligencia humana: la imaginación. Detrás de esta palabra, muy utilizada en el lenguaje común, asociándola casi siempre a algo irreal, se esconde buena parte de la historia de la filosofía y del arte, tanto que los más grandes lexicógrafos y pensadores tienen dificultades para rastrear su verdadero origen.
Es sabido que en las primeras traducciones latinas del griego antiguo (Aristoteles), es la palabra fantasía la que se traduce por imaginación. Pero, ¿cuántas clases de imaginaciones hay? ¿Y qué relaciones existen entre la fantasía y la imaginación? ¿Son realmente lo mismo?
Estas cuestiones requerirían un análisis tan complejo que no puede desarrollarse en unas pocas líneas; me limitaré a breves notas, comenzando por la etimología de la palabra imagen que recuerda el doble sentido que encierra esta termino y (cito a M. Eliade) y por tanto a su doble raíz: Imitor y mágia. Una interpretación similar la hace también el teólogo luterano Jakob Böhme identificando en la imaginación la raíz de Himmel (cielo) y magia. Pero será sobre todo a través del neoplatonismo renacentista, su cultura sincrética, que los debates sobre estos temas se acaloran, especialmente en la Academia florentina bajo la dirección de Marsilio Ficino y uno de sus más ilustres discípulos, Pico della Mirandola.
Teatro de la memoria (versión cápsulas) por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Arca de Noe por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Estamos situados en lo que se denomina la modernidad mágica, (que durará hasta el siglo XVII) en la que la imaginación transitiva (ratio por Ficino) asume el papel fundamental de conexión entre el macro y el microcosmos, entre lo sensible y lo inteligible, marcando las acciones individuales de los artistas del tiempo (Alberti, Leonardo, Botticelli etc.). La idea de Imago Mundi medieval, al que, entre otras fuentes y muchas de ellas orientales, debe mucho el Renacimiento, se transforma en Anima Mundi en el siglo XV hasta convertirse en Theatrum Mundi en el siglo XVII, a partir del cual, paulatinamente, se transformará el fantastikon neoplatónico en un género artístico en sì y el imaginario un simulacro de esta imagen del mundo que desde los albores de la antigüedad se ha extendido hasta Robert Fludd y la escuela de Cambridge.
A partir de entonces se configura otra modernidad, la científica, que nos conducirá entre muchas cosas a las máquinas inteligentes y a la paradoja de que precisamente desde la tecnología más avanzada nos vemos, «volens noles», a retractarnos de estos temas y probablemente lo que será la temporada de arquitectura imaginaria o sinestésica.
El cambio de paradigma que se produjo en ese período, y que dará comienzo al género del arte y arquitectura imaginario-visionario en el siglo XVIII (Blake y Piranesi), ya prefigurado por el arte de Monsu Desiderio y por la imaginación sinestésica de Giordano Bruno en filosofía casi cien años antes, no está tan lejos de los nuevos paradigmas, tanto espaciales como de diseño, que las máquinas nos ofrecen a través de una secuencia más o menos simple de indicaciones, es decir declaraciones verbales.
Arca de Noe por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Espacio Canguro por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Se habla ahora de máquinas como colaborador o coautor en el que hay que explicarle de forma sencilla pero extremadamente rigurosa lo que se quiere, aun sabiendo que la imaginación de la maquina es muy diferente a como se imaginan las cosas antes de ser elaboradas por uno de estos laboratorios. Prefiero pensar en una secuencia de imaginarios entre humano y máquina en un delicado punto de encuentro entre intenciones y elaboraciones digitales.
Estos nuevos paradigmas van mucho más allá de la simple visualización de cosas inesperadas, extremadamente rigurosas y de apariencia realista. Van mucho más allá de las maravillas de lo posible.
La máquina trabaja sobre espacios e «inputs genéticos» (incluido el mismo formato que puede afectar al conjunto no siendo un simple encuadre) que si bien presenta una gama infinita de variantes, cada imagen es siempre diferente a la anterior. Nunca se repite, pero el germen, por así decirlo, es siempre el mismo. Continente y contenido se invierten, así como es posible fusionar el exterior y el interior del espacio, lo pequeño y lo grande, etc.
Caballito de mar por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Caballito de mar por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Esto, que en definitiva es un proceso de hibridación, puede situarse perfectamente en la frontera en la que la imaginación como tal actúa, no para revelar algo irreal sino algo absolutamente posible, por extraños que nos resulten algunos experimentos.
No es una simple hibridación de, por ejemplo, un animal o algo biológico con la arquitectura, sino una fusión entre ambos, donde las dos cosas son visibles al mismo tiempo, pero como algo completamente inesperado. Un punto de encuentro entre mundos diferentes, lo que en esencia sería una «complexio oppositorum».
Entonces los espacios pueden volverse evocadores, adquirir la apariencia de cosas lejanas que a la vez se vuelven cercanas, de visiones urbanas que también son espacios interiores, arquitecturas definidas e indefinidas a la vez. Incluso se pueden juntar distintas épocas, evocando tanto el pasado como el futuro, tanto que me atrevería a pensar a una «syncreticguard», más que en una retro o una vanguardia. No es un juego simple, entonces, pero un repertorio extremadamente complejo y fascinante con el que los arquitectos y artistas pronto tendremos que lidiar.
por Cesare Battelli
No hace mucho tiempo ha aparecido en el panorama internacional un nuevo medio de experimentación artística y arquitectónica, al que se ha dado el nombre de laboratorios de Inteligencia Artificial, entre ellos Dall-e y Midjourney. La IA funciona como una especie de laboratorio online en el que en lugar de tener una lista de comandos a los que acceder como en las aplicaciones habituales, la relación la estableces hablando directamente a una máquina, pidiendole que haga lo que se te ocurra. Un poco como la lámpara de Aladino. Lo que inicialmente parece un juego simple y divertido, bastante adictivo entre otras cosas, en realidad esconde un potencial imaginativo y de hibridación como nunca antes se había visto.
Aunque estemos tratando con algoritmos en una base de datos gigantesca, hemos relegado a las máquinas del nivel más alto de la inteligencia humana: la imaginación. Detrás de esta palabra, muy utilizada en el lenguaje común, asociándola casi siempre a algo irreal, se esconde buena parte de la historia de la filosofía y del arte, tanto que los más grandes lexicógrafos y pensadores tienen dificultades para rastrear su verdadero origen.
Es sabido que en las primeras traducciones latinas del griego antiguo (Aristoteles), es la palabra fantasía la que se traduce por imaginación. Pero, ¿cuántas clases de imaginaciones hay? ¿Y qué relaciones existen entre la fantasía y la imaginación? ¿Son realmente lo mismo?
Estas cuestiones requerirían un análisis tan complejo que no puede desarrollarse en unas pocas líneas; me limitaré a breves notas, comenzando por la etimología de la palabra imagen que recuerda el doble sentido que encierra esta termino y (cito a M. Eliade) y por tanto a su doble raíz: Imitor y mágia. Una interpretación similar la hace también el teólogo luterano Jakob Böhme identificando en la imaginación la raíz de Himmel (cielo) y magia. Pero será sobre todo a través del neoplatonismo renacentista, su cultura sincrética, que los debates sobre estos temas se acaloran, especialmente en la Academia florentina bajo la dirección de Marsilio Ficino y uno de sus más ilustres discípulos, Pico della Mirandola.
Teatro de la memoria (versión cápsulas) por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Arca de Noe por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Estamos situados en lo que se denomina la modernidad mágica, (que durará hasta el siglo XVII) en la que la imaginación transitiva (ratio por Ficino) asume el papel fundamental de conexión entre el macro y el microcosmos, entre lo sensible y lo inteligible, marcando las acciones individuales de los artistas del tiempo (Alberti, Leonardo, Botticelli etc.). La idea de Imago Mundi medieval, al que, entre otras fuentes y muchas de ellas orientales, debe mucho el Renacimiento, se transforma en Anima Mundi en el siglo XV hasta convertirse en Theatrum Mundi en el siglo XVII, a partir del cual, paulatinamente, se transformará el fantastikon neoplatónico en un género artístico en sì y el imaginario un simulacro de esta imagen del mundo que desde los albores de la antigüedad se ha extendido hasta Robert Fludd y la escuela de Cambridge.
A partir de entonces se configura otra modernidad, la científica, que nos conducirá entre muchas cosas a las máquinas inteligentes y a la paradoja de que precisamente desde la tecnología más avanzada nos vemos, «volens noles», a retractarnos de estos temas y probablemente lo que será la temporada de arquitectura imaginaria o sinestésica.
El cambio de paradigma que se produjo en ese período, y que dará comienzo al género del arte y arquitectura imaginario-visionario en el siglo XVIII (Blake y Piranesi), ya prefigurado por el arte de Monsu Desiderio y por la imaginación sinestésica de Giordano Bruno en filosofía casi cien años antes, no está tan lejos de los nuevos paradigmas, tanto espaciales como de diseño, que las máquinas nos ofrecen a través de una secuencia más o menos simple de indicaciones, es decir declaraciones verbales.
Arca de Noe por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Espacio Canguro por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Se habla ahora de máquinas como colaborador o coautor en el que hay que explicarle de forma sencilla pero extremadamente rigurosa lo que se quiere, aun sabiendo que la imaginación de la maquina es muy diferente a como se imaginan las cosas antes de ser elaboradas por uno de estos laboratorios. Prefiero pensar en una secuencia de imaginarios entre humano y máquina en un delicado punto de encuentro entre intenciones y elaboraciones digitales.
Estos nuevos paradigmas van mucho más allá de la simple visualización de cosas inesperadas, extremadamente rigurosas y de apariencia realista. Van mucho más allá de las maravillas de lo posible.
La máquina trabaja sobre espacios e «inputs genéticos» (incluido el mismo formato que puede afectar al conjunto no siendo un simple encuadre) que si bien presenta una gama infinita de variantes, cada imagen es siempre diferente a la anterior. Nunca se repite, pero el germen, por así decirlo, es siempre el mismo. Continente y contenido se invierten, así como es posible fusionar el exterior y el interior del espacio, lo pequeño y lo grande, etc.
Caballito de mar por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Caballito de mar por Cesare Battelli. Imagen cortesía de Cesare Battelli.
Esto, que en definitiva es un proceso de hibridación, puede situarse perfectamente en la frontera en la que la imaginación como tal actúa, no para revelar algo irreal sino algo absolutamente posible, por extraños que nos resulten algunos experimentos.
No es una simple hibridación de, por ejemplo, un animal o algo biológico con la arquitectura, sino una fusión entre ambos, donde las dos cosas son visibles al mismo tiempo, pero como algo completamente inesperado. Un punto de encuentro entre mundos diferentes, lo que en esencia sería una «complexio oppositorum».
Entonces los espacios pueden volverse evocadores, adquirir la apariencia de cosas lejanas que a la vez se vuelven cercanas, de visiones urbanas que también son espacios interiores, arquitecturas definidas e indefinidas a la vez. Incluso se pueden juntar distintas épocas, evocando tanto el pasado como el futuro, tanto que me atrevería a pensar a una «syncreticguard», más que en una retro o una vanguardia. No es un juego simple, entonces, pero un repertorio extremadamente complejo y fascinante con el que los arquitectos y artistas pronto tendremos que lidiar.