La singular rehabilitación de la vivienda por Clàudia Raurell imita la construcción original, a excepción de un nuevo vacío en planta baja, que actúa como patio, duplicando las fachadas, que permite encajar una nueva piel de vidrio. El patio, que actúa de puerta de acceso, está delimitado por un muro opaco existente y la nueva fachada de vidrio.
El patio se convierte en un espacio exterior controlado y habitable actuando de regulador climático, permitiendo la ventilación cruzada en la planta baja. La nueva fachada de vidrio permite la permeabilidad con el patio, mientras que el muro opaco actúa de controlador solar protegiendo la fachada del soleamiento.
La materialidad del proyecto es dual, utilizando exteriormente materiales de color paja con tonos beige, que recuerdan a la construcción original, e interiormente materiales como el hormigón en tonos grises, aportando al espacio un aspecto brutalista.
Casa Villano por AOCR. Fotografía por Jose Hevia.
Descripción del proyecto por Clàudia Raurell
Dos medianeras delimitan una parcela trapezoidal, donde una típica chabola autoconstruida se alza precariamente en la vertiente norte de Montjuic. El entorno urbano inmediato empieza a evidenciar la creciente higienización impulsada por el Plan Satalia, que ha desplegado una limpieza de la clásica acumulación de Montjuic en favor de una densificación reducida que permita respirar a la montaña. La calle Julià marca la cota topográfica de 55 metros sobre el nivel del mar, y debido a su tensión provocada por la proximidad al tejido urbano, proporciona a la parcela una relación privilegiada con la ciudad, como si fuera un teleférico inmóvil incrustado en la ladera de la montaña.
Partiendo de este lienzo horizontal que representa la ciudad, el proyecto se basa en dos ideas vinculadas al diálogo bidireccional que inevitablemente tendrá con ella: de dentro hacia fuera, los límites de sus recintos exteriores desaparecen, convirtiendo la ciudad en un telón de fondo permanente, como última capa que abraza el proyecto; de fuera hacia dentro, el nuevo volumen se convierte en un nuevo faro para la ciudad.
Volumétricamente, y por imposición urbanística, la casa es una réplica exacta de la construcción original, salvo un vacío en planta baja creado por la duplicación de la fachada a la calle Julià, que permite introducir una piel de vidrio paralela al muro existente en la calle Julià, único elemento original conservado y consolidado. Separar la nueva estructura de la alineación a la calle resuelve múltiples cuestiones: compositivamente, la nueva fachada puede establecer sus propias reglas formales y materiales, quedando oculta tras el muro opaco existente; funcionalmente, el vacío se transforma en un patio que actúa como puerta de acceso y un espacio exterior controlado y habitable donde también se ubica la escalera circular de acceso a la primera planta; y ecoeficientemente, el nuevo patio actúa como regulador climático, posibilitando la permeabilidad selectiva del cerramiento de vidrio, y permitiendo la ventilación cruzada en planta baja, mientras que el muro existente actúa como controlador solar en el suroeste, proyectando sombra sobre esta fachada.
En cuanto al programa, la planta baja alberga todos los espacios principales de la vivienda, mientras que la primera planta contiene una habitación de invitados y un pequeño estudio. La planta se organiza como una dispersión estratégica de volúmenes que, por su tamaño y calculada posición respecto a los límites y entre sí, definen y aíslan cada uno de los espacios con distintos grados de intimidad sin necesidad de introducir ninguna puerta en el proyecto. Esta decisión dota a la casa de vistas profundas y cruzadas, creando sensaciones de continuidad y dinamismo constante por las múltiples formas de transitar por ella.
La materialidad del proyecto se define por la dualidad entre su exterior e interior: en el exterior se utiliza una pieza de color paja con tonos beige, rememorando la memoria de la construcción original de mampostería en distintos formatos; en el interior, a partir del punto de inflexión que marca la piel de vidrio materializada con un muro cortina domesticado por toldos de punta recta, todo se tiñe de gris, desplegando un amplio espectro de sus tonos y texturas. La imagen final es la de un espacio crudo, que celebra un brutalismo desnudo y honesto que expone sus cicatrices sin complejos.
Este proyecto entiende la rehabilitación como un ejercicio híbrido entre consolidación y reconstrucción. La estructura preexistente con la que trabaja era de escaso valor arquitectónico o constructivo, debido a su condición de autoconstrucción, y la rehabilitación de sus elementos degradados o incluso colapsados no era viable por razones de seguridad, económicas y sobre todo de eficiencia climática futura de la edificación. No obstante, se realizó una primera fase casi arqueológica, en busca de sedimentos recuperables, entendiendo que cualquier lugar ofrece una acumulación de capas que forman el telón sobre el que se asienta el nuevo proyecto, en un diálogo necesario entre lo nuevo y lo viejo.
Desde la perspectiva del usuario y la ocupación, el proyecto pretende desafiar las nociones convencionales de la esfera doméstica indagando, tanto en profundidad como en forma, lo que hay más allá del concepto establecido de vivienda y el acto de habitarla. En lugar de ceñirse a las definiciones tradicionales, el diseño ahonda en los límites espaciales y materiales que a menudo se pasan por alto o se consideran inadecuados para un entorno habitable. El resultado es un espacio que encarna una intersección única, una entre innumerables configuraciones posibles, entre los elementos familiares de una casa y los aspectos radicalmente poco convencionales o impropios que desafían las normas domésticas.
Al introducir este escenario híbrido, que es a la vez reconociblemente doméstico y sorprendentemente extraño, el proyecto provoca preguntas fundamentales sobre cómo nos relacionamos con los espacios en los que vivimos y cómo los recorremos. Nos obliga a reconsiderar los límites que ponemos en nuestros entornos de vida, difuminando las líneas entre lo conocido y lo extraño. A través de este proceso, el proyecto desmantela el orden canónico y la fragmentación que se asocian típicamente con una casa, como sus habitaciones segmentadas, funciones diferenciadas y materiales predecibles.
La casa despliega una confrontación con materiales y formas que son ajenos al imaginario doméstico. Al incorporar texturas, formas y relaciones espaciales inesperadas, desafía nuestras nociones preconcebidas de comodidad, familiaridad y seguridad dentro del hogar. En última instancia, este proyecto no solo redefine los límites de lo que puede ser una casa, sino que también fomenta una nueva forma de habitar el espacio: una que esté abierta a la ambigüedad, acepte la imperfección y dé la bienvenida al «otro» en el corazón del ámbito doméstico.