La respuesta que da Fisac es un conjunto de piezas dispuestas de manera ortogonal y ordenadas hacia el fondo, ubicando los distintos pabellones de manera jerárquica: padres profesores en primer lugar, padres jóvenes en segundo y por último los estudiantes, que a su vez formaban el coro del Teologado. Son estas dos primeras secciones donde se realizan las actividades principales del convento, abrazando a un jardín común que invita a la contemplación.
El elemento principal, que corona el Conjunto y rompe esta organización es por tanto la iglesia. Con ello Fisac tenía que resolver una situación muy concreta: conseguir ubicar en torno a un único altar al coro de la iglesia y a los feligreses, pero de manera separada. La solución final fue la de organizar la planta en torno a dos ramas de hipérbola enfrentadas simétricamente entre sí, que constriñen el espacio en el punto central donde se ubica el altar. Así, un lado de éste lo ocupan hasta 300 coristas, mientras que el otro sirve a 700 fieles. La propia pieza del altar, elevada sobre siete peldaños y recibiendo una potente luz cenital de la cubierta, abraza a un cristo suspendido, realizado por el escultor Pablo Serrano.
Con esta cantidad de recursos se crea un espacio dinámico, haciendo que todo fluya hacia el altar, convirtiéndolo en la pieza estructurante del espacio. El recorrido hasta él se interpreta así como el camino hasta Cristo: el acceso a la iglesia se realiza desde un espacio previo y situado en un lateral, oscuro, que pretende acostumbrar al resto del espacio y reconducir a la luz en el momento de acceso al espacio principal. La iluminación secundaria se apoya en vidieras ubicadas en los muros laterales, con unas tonalidades que varían a lo largo del espacio, aportación en parte de Adolf Winterlich.
El exterior de la iglesia y su entorno próximo también merecen especial mención: al ladrillo y hormigón visto combinado con las vidrieras se les une un friso tallado en piedra de la escultora Susana Polack. Unida a la iglesia y en su lado más cercano a la carretera, nos sorprende una torre de hormigón coronada con un prisma "enmarañado" a base de barras dobladas de acero, albergando en su interior una cruz de neón que se aprecia en la noche, todo ello obra del propio Fisac. Esta torre constituye el gran hito del Conjunto, visible desde la carretera y actuando como reclamo hacia la iglesia.
En esta obra, Fisac responde de manera opuesta a las necesidades impuestas: con el dinamismo que ya investigó en la anterior obra para los Padres Dominicos en Valladolid y con la voluntad de concentrar las tensiones y la expresividad en los lugares representativos, mientras el resto del conjunto se rige de una racionalidad ortogonal.