Arquitecto Clorindo Testa (1923-2013)
Un creador entre Apolo y Dionisio, por Martín Marcos
Si bien nacido en Nápoles, Italia y llegado a la Argentina a los cinco años; Clorindo Testa era sobretodo un hombre de Buenos Aires. Un flaneur porteño. Arquitecto deslumbrante y artista genial fue producto de una ciudad culta y apasionada, de allí se nutrió y extrajo sus principales cualidades.
Formado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, siempre prefirió el bajo perfil y que sus obras hablaran por él. Estudiante brillante descubrió tempranamente la modernidad en la arquitectura y adopto al maestro Le Corbusier como referente y modelo profesional a seguir.
Para Clorindo Testa pintura, escultura y arquitectura eran parte de un único universo creativo e intelectual, donde muchas veces es difícil determinar los límites entre lo uno y lo otro. Sus pinturas abstractas y sus expresivos dibujos de un tono a veces intimista, oscuro y severo contrastan con una arquitectura que siempre parece querer contagiar optimismo y alegría. Siento que esa dualidad vivía y tensionaba dentro de Testa.
Vuelve a Europa en 1949 con una beca de estudio para jóvenes graduados de la UBA y regresa a Buenos Aires tres años después asumido como arquitecto y artista plástico.
Por esos días expone sus cuadros en las galerías porteñas con inmediato suceso y a los 28 años gana, junto a otros colegas, su primer concurso de arquitectura. El racionalista edificio de 1951 para la Cámara Argentina de la Construcción sería el inicio de una larga y dilatada trayectoria profesional. Testa se convertiría en el arquitecto argentino que más premios en concursos de arquitectura ha logrado cosechar a lo largo de todo el siglo XX. Esto da cuenta de su enorme voluntad y calidad de trabajo, pero también de la empatía y el respaldo que sus expresivas e innovadoras propuestas han tenido en el resto de la comunidad arquitectónica argentina. A diferencia de otros grandes arquitectos argentinos Testa no ha cosechado enconos o enemistades. Su obra, por compleja y vanguardista, puede resultar polémica pero es imposible encontrar colegas que hayan tenido algún pleito con él; y eso no es poco en un ambiente tan competitivo y narcisista como el de la arquitectura. La humildad, sencillez y generosidad siempre lo han distinguido como un verdadero y elegante caballero.
Los primeros premios para las obras del Centro Cívico de la Provincia de La Pampa y la Biblioteca Nacional en Buenos Aires lo catapultan a la categoría de “form giver” y legitiman al monumentalismo brutalista como un territorio exploratorio posible para las condiciones económicas y tecnológicas de la argentina desarrollista de finales de la década del´50. El de La Pampa será un conjunto donde sobresale un imponente volumen prismático de 180 metros de largo en código Chandigarh, en el que prevalecen las cuidadas proporciones, sombras, llenos, vacíos y un gran ajuste plástico, revelando una sólida formación académica. En la biblioteca un contundente “partido” libera el espacio público a nivel peatonal, concentra los depósitos de libros bajo tierra y hace crecer, mediante un monumental “árbol” de hormigón, las salas de lectura en un gesto orgánico de enorme potencia morfológica. También de esa época son el modelo urbanístico para el sector de Catalinas Norte y las intervenciones en los cementerios de la Chacarita y Flores, como producto de su trabajo en el área de urbanismo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1964, con 40 años, Testa será convocado por el solvente y experimentado estudio SEPRA ha participar de un concurso privado para la nueva sede del Banco de Londres en plena City financiera porteña. El edificio resultante para la esquina de Reconquista y Bartolomé Mitre es en mi opinión la mejor obra de la arquitectura argentina del siglo XX y una de las mejores del mundo moderno. La combinación entre la solvencia profesional y rigurosidad constructiva del estudio de los arquitectos Sánchez Elia, Peralta Ramos y Agostini, junto a la vanguardista creatividad de Clorindo Testa produjo un resultado de gran particularidad y excepcional belleza. Una propuesta innovadora de una modernidad ciertamente influenciada por el último Le Corbusier, pero dotada a la vez de una calidad contextual dentro del denso tejido tipológico del barrio antiguo de la ciudad que es destacable y donde siento que el alumno supera al maestro. La esquina es tratada como una plaza abriendo la trama de potentes pórticos de hormigón y dando entrada monumental, mediante este espacio de transición techado de colosal altura, a la caja interna y transparente que encierra las funciones del banco. Allí la organización espacial genera una experiencia dinámica y sugestiva de planos y bandejas suspendidos en el espacio. Testa rompe con la imagen de un banco tradicional y la moderniza de manera radical, pero al mismo tiempo produce una compleja lección de cómo hacer dialogar de manera amable y respetuosa fuertes gestos y formas arquitectónicas con la ciudad preexistente.
Clorindo Testa fue un creador culto, multifacético, no dogmático, de un gran oficio y capacidad creativa. Sus obras de intervención en el antiquísimo conjunto colonial de los monjes recoletos, en los años ´70, dieron lugar a uno de los centros culturales públicos más dinámicos y queridos de la ciudad, haciendo popular en estas latitudes la idea de “reciclar” e instalando una toma de conciencia respecto del patrimonio arquitectónico y sus potencialidades.
Sus viviendas también serán motivo de experimentación y de búsqueda de una poética singularmente provocativa, desde los volúmenes coloridos e irregular geometría de las casas La Tumbona y CapoTesta en la costa argentina, hasta los edificios de vivienda colectiva como el logrado conjunto de la calle Castex 3335. Allí Testa trabaja la idea de balcones-patio para los departamentos y logra una inserción no traumática de la tipología en torre dentro del tejido compacto de la manzana porteña. Testa nos demuestra todo el tiempo que siempre primero es la ciudad, aun en una arquitectura de gestualidad formal tan potente como la suya.
Su paso por la docencia universitaria fue fugaz, tuvo una cátedra en la Universidad de Buenos Aires a finales de los años´50 pero al poco tiempo supo que eso no era para él; no encontró allí ese placer y concentración que solo le daban su estudio, su atelier y el diálogo ensimismado y lúdico con sus obras. Eso no obsto para que la propia UBA lo nombrara “Doctor Honoris-Causa” y unos años mas tarde, en 2006, la ciudad de Buenos Aires lo distinguiera como “ciudadano ilustre”.
Testa enseña por sus obras, haciendo más con menos, y eso en un país donde los recursos escasean es casi un compromiso ético y moral. Una forma de entender la profesión. Su minimalista y económica propuesta de 1987 para la sede del Instituto de Cooperación Iberoamericana-ICI en un estrecho y tortuoso sótano con una mínima entrada sobre la calle Florida en Buenos Aires es testimonio de esa forma de entender la arquitectura como servicio y oportunidad. La arquitectura puede y debe hacer mejor la vida, parece decirnos. Su búsqueda alegre, pero nunca frívola, de la belleza lo ha llevado a experimentar formas, colores y texturas de gran expresividad pero sin descuidar ni hacer concesiones en la función y la utilidad propias de la mejor arquitectura. Sus obras tienen siempre muy presente la idea-fuerza de un “partido” claro y contundente, pero también invitan a un recorrido más intimo y fenomenológico por los detalles, los climas y los pequeños guiños que el creador nos va dejando a lo largo de esa rica promenade que nos propone transitar.
Se ha ido un gran arquitecto y exitoso artista que desde su particular óptica ha creado una obra genial e irrepetible. Debe servir, de igual forma que él planteo su relación con Le Corbusier, como inspiración creativa y no como modelo a copiar. En ella permanentemente conviven la razón y la emoción. Testa a sabido tomar, con inteligencia y mesura, de Apolo y de Dionisio lo mejor que cada uno tenia para darle. Allí y en su amor a la ciudad reside el principal valor de su testamento.
Un creador entre Apolo y Dionisio, por Martín Marcos
Si bien nacido en Nápoles, Italia y llegado a la Argentina a los cinco años; Clorindo Testa era sobretodo un hombre de Buenos Aires. Un flaneur porteño. Arquitecto deslumbrante y artista genial fue producto de una ciudad culta y apasionada, de allí se nutrió y extrajo sus principales cualidades.
Formado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, siempre prefirió el bajo perfil y que sus obras hablaran por él. Estudiante brillante descubrió tempranamente la modernidad en la arquitectura y adopto al maestro Le Corbusier como referente y modelo profesional a seguir.
Para Clorindo Testa pintura, escultura y arquitectura eran parte de un único universo creativo e intelectual, donde muchas veces es difícil determinar los límites entre lo uno y lo otro. Sus pinturas abstractas y sus expresivos dibujos de un tono a veces intimista, oscuro y severo contrastan con una arquitectura que siempre parece querer contagiar optimismo y alegría. Siento que esa dualidad vivía y tensionaba dentro de Testa.
Vuelve a Europa en 1949 con una beca de estudio para jóvenes graduados de la UBA y regresa a Buenos Aires tres años después asumido como arquitecto y artista plástico.
Por esos días expone sus cuadros en las galerías porteñas con inmediato suceso y a los 28 años gana, junto a otros colegas, su primer concurso de arquitectura. El racionalista edificio de 1951 para la Cámara Argentina de la Construcción sería el inicio de una larga y dilatada trayectoria profesional. Testa se convertiría en el arquitecto argentino que más premios en concursos de arquitectura ha logrado cosechar a lo largo de todo el siglo XX. Esto da cuenta de su enorme voluntad y calidad de trabajo, pero también de la empatía y el respaldo que sus expresivas e innovadoras propuestas han tenido en el resto de la comunidad arquitectónica argentina. A diferencia de otros grandes arquitectos argentinos Testa no ha cosechado enconos o enemistades. Su obra, por compleja y vanguardista, puede resultar polémica pero es imposible encontrar colegas que hayan tenido algún pleito con él; y eso no es poco en un ambiente tan competitivo y narcisista como el de la arquitectura. La humildad, sencillez y generosidad siempre lo han distinguido como un verdadero y elegante caballero.
Los primeros premios para las obras del Centro Cívico de la Provincia de La Pampa y la Biblioteca Nacional en Buenos Aires lo catapultan a la categoría de “form giver” y legitiman al monumentalismo brutalista como un territorio exploratorio posible para las condiciones económicas y tecnológicas de la argentina desarrollista de finales de la década del´50. El de La Pampa será un conjunto donde sobresale un imponente volumen prismático de 180 metros de largo en código Chandigarh, en el que prevalecen las cuidadas proporciones, sombras, llenos, vacíos y un gran ajuste plástico, revelando una sólida formación académica. En la biblioteca un contundente “partido” libera el espacio público a nivel peatonal, concentra los depósitos de libros bajo tierra y hace crecer, mediante un monumental “árbol” de hormigón, las salas de lectura en un gesto orgánico de enorme potencia morfológica. También de esa época son el modelo urbanístico para el sector de Catalinas Norte y las intervenciones en los cementerios de la Chacarita y Flores, como producto de su trabajo en el área de urbanismo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
En 1964, con 40 años, Testa será convocado por el solvente y experimentado estudio SEPRA ha participar de un concurso privado para la nueva sede del Banco de Londres en plena City financiera porteña. El edificio resultante para la esquina de Reconquista y Bartolomé Mitre es en mi opinión la mejor obra de la arquitectura argentina del siglo XX y una de las mejores del mundo moderno. La combinación entre la solvencia profesional y rigurosidad constructiva del estudio de los arquitectos Sánchez Elia, Peralta Ramos y Agostini, junto a la vanguardista creatividad de Clorindo Testa produjo un resultado de gran particularidad y excepcional belleza. Una propuesta innovadora de una modernidad ciertamente influenciada por el último Le Corbusier, pero dotada a la vez de una calidad contextual dentro del denso tejido tipológico del barrio antiguo de la ciudad que es destacable y donde siento que el alumno supera al maestro. La esquina es tratada como una plaza abriendo la trama de potentes pórticos de hormigón y dando entrada monumental, mediante este espacio de transición techado de colosal altura, a la caja interna y transparente que encierra las funciones del banco. Allí la organización espacial genera una experiencia dinámica y sugestiva de planos y bandejas suspendidos en el espacio. Testa rompe con la imagen de un banco tradicional y la moderniza de manera radical, pero al mismo tiempo produce una compleja lección de cómo hacer dialogar de manera amable y respetuosa fuertes gestos y formas arquitectónicas con la ciudad preexistente.
Clorindo Testa fue un creador culto, multifacético, no dogmático, de un gran oficio y capacidad creativa. Sus obras de intervención en el antiquísimo conjunto colonial de los monjes recoletos, en los años ´70, dieron lugar a uno de los centros culturales públicos más dinámicos y queridos de la ciudad, haciendo popular en estas latitudes la idea de “reciclar” e instalando una toma de conciencia respecto del patrimonio arquitectónico y sus potencialidades.
Sus viviendas también serán motivo de experimentación y de búsqueda de una poética singularmente provocativa, desde los volúmenes coloridos e irregular geometría de las casas La Tumbona y CapoTesta en la costa argentina, hasta los edificios de vivienda colectiva como el logrado conjunto de la calle Castex 3335. Allí Testa trabaja la idea de balcones-patio para los departamentos y logra una inserción no traumática de la tipología en torre dentro del tejido compacto de la manzana porteña. Testa nos demuestra todo el tiempo que siempre primero es la ciudad, aun en una arquitectura de gestualidad formal tan potente como la suya.
Su paso por la docencia universitaria fue fugaz, tuvo una cátedra en la Universidad de Buenos Aires a finales de los años´50 pero al poco tiempo supo que eso no era para él; no encontró allí ese placer y concentración que solo le daban su estudio, su atelier y el diálogo ensimismado y lúdico con sus obras. Eso no obsto para que la propia UBA lo nombrara “Doctor Honoris-Causa” y unos años mas tarde, en 2006, la ciudad de Buenos Aires lo distinguiera como “ciudadano ilustre”.
Testa enseña por sus obras, haciendo más con menos, y eso en un país donde los recursos escasean es casi un compromiso ético y moral. Una forma de entender la profesión. Su minimalista y económica propuesta de 1987 para la sede del Instituto de Cooperación Iberoamericana-ICI en un estrecho y tortuoso sótano con una mínima entrada sobre la calle Florida en Buenos Aires es testimonio de esa forma de entender la arquitectura como servicio y oportunidad. La arquitectura puede y debe hacer mejor la vida, parece decirnos. Su búsqueda alegre, pero nunca frívola, de la belleza lo ha llevado a experimentar formas, colores y texturas de gran expresividad pero sin descuidar ni hacer concesiones en la función y la utilidad propias de la mejor arquitectura. Sus obras tienen siempre muy presente la idea-fuerza de un “partido” claro y contundente, pero también invitan a un recorrido más intimo y fenomenológico por los detalles, los climas y los pequeños guiños que el creador nos va dejando a lo largo de esa rica promenade que nos propone transitar.
Se ha ido un gran arquitecto y exitoso artista que desde su particular óptica ha creado una obra genial e irrepetible. Debe servir, de igual forma que él planteo su relación con Le Corbusier, como inspiración creativa y no como modelo a copiar. En ella permanentemente conviven la razón y la emoción. Testa a sabido tomar, con inteligencia y mesura, de Apolo y de Dionisio lo mejor que cada uno tenia para darle. Allí y en su amor a la ciudad reside el principal valor de su testamento.
Martín Marcos. Profesor Titular FADU UBA