Titulada Birlibirloque, la exposición incluye fotografías, esculturas e instalaciones fotográficas y escultóricas, todas ellas con la unión característica del artista cubano de una estética meticulosamente exquisita y un compromiso político crítico.
“Birlibirloque” es una extraña palabra compuesta que se refiere a hacer o lograr algo hábilmente pero sin revelar (también con destreza) los medios por los cuales dicha cosa fue realizada. “Como por arte de magia” o, en otras palabras, como a menudo se proclama, a modo de abracadabra, en el momento culminante del truco de magia, ese instante en que se produce la transformación, la desaparición o la reaparición. Es con este significado que Carlos Garaicoa ha elegido la palabra como título de su actual exposición en la Galería Elba Benítez, una muestra que conjura la desaparición y la reaparición transformadora.
El núcleo de Birlibirloque es una serie de instalaciones de fotografías y escultura con el mismo nombre (Birlibirloque, 2018). Cada instalación consiste en una pareja de fotografías en blanco y negro y una escultura de cristal. Una de las fotografías presenta un edificio semi-derruido en un entorno urbano, mientras que la otra muestra ese mismo lugar tras la demolición del edificio; el espacio que ocupaba se completa ahora con el aire, su ausencia es extrañamente palpable, como la del diente que falta en la boca. Sobre un pedestal frente a las fotografías, Garaicoa sitúa bloques de cristal en cuyo interior se ha grabado una especie de representación tridimensional del mismo edificio, como si su esencia (o quizás su fantasma) acechara espectralmente desde su transparente y protectora envoltura.
Como en gran parte del trabajo de Garaicoa, estas instalaciones se refieren, fundamentalmente, a la pérdida. En este sentido, hay en ellas cierta cualidad de patetismo y melancolía, una melancolía que tiene su origen en el inexorable paso del tiempo. Pero, y de nuevo como es habitual en el artista, son en la misma medida una reacción o respuesta a la pérdida, una respuesta que no se escenifica a través de la documentación o la reconstrucción, sino mediante su transformación en otra cosa, en otro lugar. Por expresarlo de otro modo, en una recherche du temps perdu artística como esta, el retorno no significa desandar el camino hasta un punto de partida ya extinto, sino conducirnos a un destino diferente: nos adentra en el terreno del arte.
Otras piezas de la exposición Birlibirloque comparten esta mezcla simbiótica de fotografía, arquitectura, escultura o dibujo (de hecho podría considerarse el sello característico de la obra de Garaicoa). Por ejemplo, las vistas urbanas de Plieges, se doblan y desdoblan dentro de sus vitrinas como la experiencia vivida de la ciudad misma, transitoria, parcial, subjetiva y, hasta cierto punto, siempre distante. O las fotografías de espacios urbanos en desuso que se convierten, a través del acto fotográfico, en estudios geométricos de los deteriorados márgenes del entorno construido. Es este espíritu transformador el que impulsa la muestra Birlibirloque, que nos arrastra a otros lugares y a otras cosas. El pasado se convierte en presente. Lo que un día se perdió se hace palpable. Como por arte de magia.
George Stolz