Hace unos días participé en una mesa redonda en Alicante y alguien del público preguntó si, dado el destrozo que había sufrido la costa en los últimos años, era posible recuperar el paisaje anterior al boom del ladrillo. Mi respuesta fue contundente: NO.

Es evidente que podemos realizar proyectos de recuperación paisajística, además esto no es algo que sea solo razonable sino que debería ser un punto fijo en nuestras agendas, sin embargo el que dediquemos esfuerzos a recuperar estructuras urbanas abandonadas por el paso de los años (paisajes urbanos) o territorios deteriorados por nuestra actividad (antiguos vertederos, minas extractivas, territorios agrícolas abandonados o bosques acosados por las llamas…) no nos debe hacer creer que todo es recuperable.

Podemos invertir los recursos de nuestra sociedad en mejorar sus condiciones, tanto urbanas como naturales, pero ¿no sería más razonable, en lugar de ir poniendo vendas a diestro y siniestro, dejar de generar heridas en nuestro territorio?

La idea de que todo es reparable y subsanable es tan falaz e ingenua como irreal. Muchos de los errores que esta sociedad produce son reparables, pero algunos, por la escala a la que se han hecho, la inversión y el tiempo, quedan como cicatrices y problemas permanentes. Recuerdo que hace años, en la misma ciudad, tras dar una conferencia en la Universidad, en una tertulia posterior algunos hablaban de la enorme capacidad y escala tecnológica para remodelar el paisaje con los nuevos procesos constructivos. Seguramente muchos de aquellos ahora se sonrojarían al ver las consecuencias de sus transformaciones.

Las huellas que han dejado algunos ejemplos notorios como las ampliaciones de Marina d’Or (Castellón), los “Golf Resorts” como la Torre y Mar Menor (Murcia), Marina de Cope (Murcia), la urbanización de Seseña (Toledo), los PAUs  (Madrid), Ciudad Valdeluz (Guadalajara)… o tantos otros por todo el territorio en Aragón, Castilla León, Castilla la Mancha o Cataluña, no son más que las muestras de un gran magma de antropización desbordado.

Es más, en muchos casos, aunque fuese posible, no tendremos recursos para dedicarlos a este tipo de acciones y en cualquier caso cada una de ellas llevará años o décadas para su recuperación. En una situación de crisis resulta poco razonable que no se dé respuesta prioritaria a los servicios públicos básicos esenciales como educación,  investigación, transporte o sanidad.

Ahora que se acercan las próximas elecciones locales, donde los ciudadanos eligen a sus dirigentes, todos debemos recordar nuestra responsabilidad en saber a quien elegimos, que los actos tienen consecuencias y que sus consecuencias en la mayoría de los casos no tienen una segunda oportunidad. Una sociedad madura e inteligente debe dejar de pensar que alguien va a venir a reparar los errores, los destrozos, debemos exigir que los planteamientos y acciones de los futuros dirigentes locales eviten que tengamos que gastar en reparar, en lugar de invertir para mejorar.

Debemos pensar que la responsabilidad de un territorio mal gestionado no es solo de los políticos, como si fuesen entes ajenos. En el sentido aristotélico de la palabra todos somos parte de las ciudades, somos miembros de la “polis” y por tanto todos somos políticos porque tenemos capacidad y derecho a decidir, pero también debemos recordar que nuestras decisiones producen consecuencias, que en la mayoría de los casos sus resultados y escalas nos afectan y condicionan nuestro futuro irreversiblemente.

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Publicado en: 17 de Mayo de 2015
Cita: "Pasado imperfecto, futuro incierto" METALOCUS. Accedido el
<http://www.metalocus.es/es/noticias/pasado-imperfecto-futuro-incierto> ISSN 1139-6415
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